![Lo queremos todo](https://s3.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/202111/06/media/cortadas/165645297-kw-U1501068432982TJD-624x210@Hoy.jpg)
![Lo queremos todo](https://s3.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/202111/06/media/cortadas/165645297-kw-U1501068432982TJD-624x210@Hoy.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
La consejera vasca de Desarrollo Económico resumía muy bien en una entrevista hace unos días las contradicciones de esta sociedad nuestra: «Queremos electricidad barata y renovable, pero no que los parques se instalen cerca. Lo queremos todo y a coste cero». Las palabras de la ... consejera iban dirigidas al País Vasco, pero pueden aplicarse a toda España. A mí me recordaron las polémicas diarias que se viven en Extremadura. Todos estamos a favor de las energías renovables para que sustituyan a las fósiles, pero hay partidos y grupos ecologistas que hacen campaña a diario en contra de las plantas fotovoltaicas. «Están alicatando Extremadura», denuncian escandalizados cada vez que se anuncia un proyecto. Energía eólica tampoco, porque los molinillos estropean el paisaje, denuncian los vecinos de Montánchez, donde una empresa quiere instalar 10 aerogeneradores en la sierra. Nucleares no, por supuesto. Ya se va a clausurar Almaraz y en Extremadura nos veremos libres de esta energía en pocos años.
Y mientras nos cerramos en banda a cualquier instalación para sustituir el petróleo, el carbón y el gas exigimos a los políticos reunidos en Glasgow en la Cumbre del Clima que hagan algo pronto para detener el calentamiento del planeta. ¿Alguien entiende este sinsentido?
El problema, a mi juicio, no es que a los políticos les cueste llegar a acuerdos para reducir las emisiones, que en última instancia podrían hacerlo, sino que sean capaces de convencer a sus conciudadanos de que es preciso hacer sacrificios y cambiar estilos de vida para frenar un cambio climático que, de cumplirse las previsiones, será muy dañino para todos. Porque queremos que sea gratis. Ese es el nudo que los gobernantes no son capaces de cortar: queremos energía solar o eólica, pero no aceptamos que las placas y los molinillos modifiquen nuestro paisaje; no renunciamos a la calefacción en invierno y al aire acondicionado en verano, pero vemos mal que la energía provenga del gas o de la nuclear; queremos conocer hasta el último rincón del planeta y perseguimos billetes baratos, pero nos hacemos los locos cuando nos cuentan lo que contaminan los aviones en que viajamos; nos convencemos de que salvamos el planeta porque llevamos una bolsita de tela para ir a la compra al supermercado, pero nos hartamos a pedir comida a domicilio y a hacer compras online cuya distribución es altamente contaminante.
Lo primero que tenían que contarnos los políticos después de reunirse en Glasgow es que frenar el cambio climático no es gratis y tampoco es indoloro. Tendrá víctimas en forma de cierre de empresas y a lo mejor somos nosotros los afectados. Los gobernantes deberían tratarnos como adultos, y no como niños caprichosos a los que no se puede decir la verdad. Creer que el cambio climático lo frenamos poniéndonos una chapita de colorines en la solapa es hipócrita, como lo es una sociedad occidental acostumbrada a disponer de la tierra y sus riquezas a su antojo. Sin preguntarse cuál es el precio.
Llevamos años dándole vueltas a cómo conseguir una economía sostenible y todavía no hemos encontrado la fórmula, más allá de organizar seminarios, congresos y jornadas en los que se marea el asunto hasta la náusea. Ahora, con la amenaza del calentamiento global encima debería ser el momento para aceptar al menos que los cambios nunca son a coste cero. Alguien para por ellos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.