Los amantes del cine clásico quizá recuerden 'La quimera del oro', una deliciosa película en la que Charlie Chaplin describe en tono de comedia la época de la fiebre del oro, que él sitúa en el noroeste de Canadá de hace un siglo. Hoy no ... es el oro, sino el litio, el preciado mineral que activa la codicia de los inversores mundiales. Y en lugar de Canadá es Extremadura la tierra de promisión.
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Hace justo cuatro años que la empresa Valeriza, filial de Sacyr, empezó a hacer catas en la antigua mina de San José, de Cáceres, en busca de litio; hace menos de dos años se anunció que otra prospección cerca del municipio de Cañaveral había dado buenos resultados, y a eso se añadió el proyecto de construcción de una fábrica de baterías en Badajoz; la semana pasada se desataba una pequeña tormenta política cuando la ministra Maroto daba a entender que junto a la planta de coches eléctricos de Martorell también se iba a crear una fábrica de baterías de litio. Y aunque no lo dijo, algunos sobreentendieron que para alimentar esa fábrica se contaba con el litio que se podría extraer en Cáceres. En resumen, en Cáceres o Cañaveral estarían las minas y en Cataluña la fábrica, en un ejemplo más de colonialismo económico que enriquece a las zonas ya ricas y empobrece a las más pobres.
Para no contribuir a la confusión e indignarnos por anticipado por lo que no sabemos si va a pasar, conviene explicar que en Extremadura todavía no se ha extraído ni un gramo de litio, por lo que difícilmente se lo pueden llevar a Cataluña o a Valencia, otra de las regiones que aspira a quedarse con una gran factoría de litio impulsada además con los fondos europeos que se van a destinar a paliar los daños económicos que está produciendo la pandemia. Pero no es malo estar alerta. Avisados ante lo que pudiera estar cociéndose en las bambalinas políticas. En La Moncloa y en todos y cada uno de los centros de poder de las autonomías, sea Valencia, Aragón, Navarra o Cataluña. No vaya a ser que, de la noche a la mañana, nos encontremos con que comunidades más poderosas que Extremadura se llevan la parte del león de esta nueva industria, que no es su extracción sino su transformación.
El litio es todavía una quimera, no está aprobada su explotación y lo más probable es que la mina de Valdeflores, junto a la capital cacereña, nunca se apruebe, dada la oposición municipal y ciudadana. La mina de Cañaveral parece más factible siempre que la empresa tenga demostrada su rentabilidad. Y el proyecto para instalar una fábrica de baterías anunciado para Badajoz sigue su tramitación, según la información publicada esta semana en HOY. ¿Va a convertirse en realidad todo lo planificado tal y como se ha anunciado? Ojalá. Pero todavía no se puede decir que estén todos los cabos atados y que estas industrias vayan a empezar a contratar trabajadores en un par de meses.
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Hay prisa por todas partes. Tiene prisa la Unión Europea, que no quiere depender de China en un sector estratégico, como es el litio; tienen también prisa las industrias automovilísticas, que se ven incapacitadas de crecer a un ritmo importante si no hay baterías; y hay prisa y también ansiedad en Extremadura, que ha visto pasar de largo demasiados trenes.
Si el litio es uno de los negocios mundiales de hoy, Extremadura tiene que estar en el centro. Jugar bien la carta clave de que el mineral esté en su subsuelo para asegurarse de que aquí se ubican las industrias ligadas a su transformación. Si esto se consigue probablemente sería el momento dejar de hablar de la quimera y empezar a hablar de la revolución del litio.
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