¿Qué ha pasado hoy, 22 de febrero, en Extremadura?

Cuando hace unos años, bastantes, me enteré de que uno de mis amigos no tenía televisión me pareció de lo más revolucionario, una especie de ... acto de resistencia, pura subversión. Aun no habían llegado las plataformas de películas y series a nuestras vidas, tampoco las redes sociales, e internet daba sus primeros pasos por lo que 'la tele' seguía ocupando un lugar importante en nuestro ocio casero. Pensé que a mí no me sería posible renunciar a ella a pesar de que no la viese mucho, a ratos me entretenía y a ratos me acompañaba, 'además –me dije– también me informa de lo que pasa', y aunque ha habido épocas en las que 'he consumido' más televisión han sido breves. Por otro lado, nunca ha ocupado el tiempo dedicado a otras actividades de ocio y, por supuesto, al de mis relaciones sociales y obligaciones. Tampoco me ha hecho dormir menos ni me ha generado malestar alguno, por lo que no he encontrado razón para deshacerme de un aparato que a juicio de mis amigos es bastante pequeño.

Publicidad

No ha sucedido así con las redes sociales. Desde hace unas semanas ‘me estoy quitando de ellas’ siguiendo la estrategia de ir aumentando progresivamente el número de horas seguidas sin consultarlas. Lo primero que he hecho ha sido eliminarlas de mi teléfono móvil y lo segundo restringir su uso básicamente al café de la mañana. El resultado no está siendo malo. Me estoy evitando la crispación de algunos, el relativismo de muchos, la propaganda generalizada en tiempos pre electorales, la cascada de falacias concatenadas que estructuran debates y discusiones… En definitiva, me estoy evitando mal rollo. Lo que en principio me divertía me había empezado a aburrir y a generar malestar.

Algo parecido me ha pasado con las plataformas de películas y series por streaming. También me estoy quitando. Hace ya unos meses que me di de baja en dos de ellas. El resultado tampoco ha sido malo. Me estoy evitando ese irme a dormir frustrada por haber malgastado el tiempo buscando algo sin ver nada, algunos atracones resultado de la ansiedad por conocer quién asesinó a las niñas en la Laponia más inhóspita o la constante necesidad de conocer la última novedad. ¿Se han puesto a pensar en el esfuerzo que supone estar a la última? Ahora que me estoy quitando recupero algunas sensaciones que me trasladan a un pasado analógico, más calmado y ligero, las voy enlazando como si enlazara un montón de «deja vù» de sensaciones olvidadas y placenteras.

No hay nada de revolucionario o subversivo en ‘quitarse de’. Al contrario de lo que pensé de ese amigo que no tenía televisión, se trata, ni más ni menos, de la necesidad de recuperar o restaurar, no lo sé bien, el tiempo de la vida. Es la toma de consciencia de que ese tiempo es finito y ‘nos quitamos de’ buscando su calidad. Nos quitamos del tabaco, de los carbohidratos por la noche, de beber alcohol entre semana o para siempre, de las personas negativas que nos rodean, de la situaciones estresantes, de invertir demasiado tiempo en las redes sociales o delante de un ordenador…

Publicidad

Y mientras el cínico o el joven nos espetan que llevamos una vida triste con tanto ‘quitarnos de’ nos sonreímos porque sabemos algo que ellos aun no han aprendido, que ‘quitarse de’ implica recuperarte a ti mismo como proyecto de vida, de vida compartida quizá con amigos perdidos o aficiones aparcadas, para mí todo un planazo.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Escoge el plan de suscripción que mejor se adapte a tí.

Publicidad