Si alguna característica le es exigible al titular de una cartera en el Gobierno es la probidad, sobre todo cuando quien la titulariza es el de Justicia. Lo que recientemente le hemos escuchado, le califica más bien de un mamerto (calificativo muy antónimo de lo ... que a él se le presume) y enmerdan la institución que preside. Sus reprobaciones a todos los censores relacionados con los procesos que interesan a su ámbito más próximo, Gobierno, Fiscal General del Estado, excompañero de partido y gobierno y la familia del presidente, han degenerado en unas manifestaciones que parecen evidenciar percepciones de nerviosismo emocional, frente a hechos que, a tenor de la justicia, han sido considerados como presuntamente delictivos. Tras las antiguas y procaces manifestaciones de la portavoz de Junts, Miriam Nogueras, en el que dirigiéndose a varios magistrados que jugaron el intento de sedición de Cataluña, en el marco del llamado 'procés', y ante la indefendible y humillante postura silente de la presidenta del Congreso, los calificó de «indecentes», citándolos incluso por sus nombres ( Marchena, Llarena, Lesmes y Lamela), el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, se comprometió con Francisco Marín Castán, exvicepresidente interino del Tribunal Supremo, en la necesidad de garantizar el respeto y la independencia de jueces y magistrados. El súbito desvanecimiento memorístico de nuestro ministro ha propiciado que haya vuelto por los mismos tenores. Señor Bolaños, alguien que ocupa una cartera como la suya, no puede incurrir en conductas tan indignas. Desde la superioridad del cargo que ocupa, debería ejemplarizar y, de paso, aleccionar a sus compañeros de mesa a un prudente silencio hasta que sus señorías se pronuncien sobre los distintos procesos que les conciernen. «Es cordura provechosa ahorrarse disgustos. La prudencia evita muchos». (Baltasar Gracián).

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