AFP
Opinión

El rapto de Europa

Tribuna ·

Europa ha perdido la fuerza y el impulso que le dieron el francés Jean Monet, el italiano Alcide De Gasperi, el luxemburgués Robert Schuman y el alemán Konrard Adenauer. Es como si hubiera sufrido un secuestro semejante al de Proserpina

Julián Martín Martínez

Viernes, 2 de agosto 2024, 22:54

Europa anda entretenida esta temporada con sus instituciones. Pero hubo otra Europa que pastaba en un prado deleitoso. Dulce vivir con sus compañeras de vacada. Tan lustrosa estaba Europa que Zeus desde su Olimpo clavó los ojos en ella. Zeus, como dios, no se contentaba ... con vulgaridades; era exquisito y selectivo. Escogía lo mejorcito de su mundo creado: ya antes se había llevado de la tierra a Ganimedes, el garzón de Ida, para que le sirviera las copas. Ahora secuestraba a Europa para que le alegrara las noches estrelladas del Olimpo… Eran las empresas del dios del Olimpo.

Publicidad

Cuando al final de la Segunda Guerra Mundial Europa no era nada bonita, no tuvo un Zeus que la rescatara y después la acicalara como esposa digna de un dios. Pero esa Europa destrozada tuvo cuatro hombres grandes que como un san Cristobalón, que diría Lorca, se propusieron sacarla de la charca del desastre, ayudarla a cruzar el río Leteo, el del olvido, y elevarla al cielo de su historia.

El francés Jean Monet, el italiano Alcide De Gasperi, el luxemburgués Robert Schuman (de los dos anteriores está iniciado el proceso de beatificación, son venerables siervos de Dios) y el alemán Konrard Adenauer, ferviente católico, fueron los caballeros encargados de derrotar a los cuatro jinetes del Apocalipsis.

Todo lo que hicieron no fue ni por la fuerza ni por la conquista sino mirando al futuro con método democrático, espíritu de consenso, respeto a la libertad y teniendo en cuenta las raíces de Europa. Buscaban sobre todo la integración de las naciones europeas hasta el límite del telón de acero. Comenzaron con la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), vendría después la Comunidad Económica Europea y finalmente la Unión Europea: unidad económica y política. Esperaban que un día se culminara la Europa de los brazos abiertos, del Atlántico a los Urales.

Publicidad

La historia era inspiradora de sus actos: Carlomagno y el Sacro Imperio Romano Germánico, la aspiración fallida de nuestro Alfonso X el Sabio, Carlos I de España y V de Alemania... Nos queda Aquisgrán y el Monasterio de Yuste.

La historia obligaba a mirar a los cimientos de Europa: el cristianismo, sí, y la Grecia antigua y Roma y la aportación judeo-cristiana. Pero el humanismo cristiano se ha desvanecido por el egoísmo, el individualismo, la pérdida de la solidaridad, no digamos ya caridad.

Publicidad

La reconciliación, la ampliación, la apertura a nuevas naciones, la afirmación de los derechos humanos y los derechos sociales han sufrido un frenazo. Los dirigentes políticos tampoco tienen la calidad ni la fuerza centrípeta de los que culminaron su obra con la caída del muro de Berlín y con la integración de los países del Este. Hoy muchos de sus dirigentes están peor formados y navegan con el pensamiento líquido. Desigualdad, racismo, crisis climática, fertilidad en crisis, descenso de la natalidad, envejecimiento son problemas que no aciertan a resolver.

Luces y sombras, incertidumbres, vacilaciones en lo cultural, lo antropológico, lo ético y lo espiritual y sobre todo el miedo a avanzar con paso firme. Pérdida de la memoria y miedo a afrontar el futuro.

Publicidad

Aquella emoción de los miembros de la Asociación de Estudios Europeos de Badajoz por visitar, participar y dialogar con los parlamentarios europeos se ha ido difuminando. Del eslogan 'Ya somos europeos' hemos pasado a un decepcionado 'Europa para qué sirve'.

El rapto de Proserpina se repite en nuestros días. Europa ha perdido la fuerza y el impulso que le dieron aquellos cuatro insignes caballeros. Es como si Europa hubiera sufrido un secuestro semejante al de Proserpina, hija de Júpiter y Ceres, que mientras recogía flores fue arrebatada por Plutón, el dios del inframundo, y ambos salieron de la tierra en una cuadriga de cuatro caballos negros. Inframundo, dios de los infiernos, conjunto de personas miserables, agitadoras, egoístas y mentirosas que tratan de derribar lo construido con cooperación y flexibilidad.

Publicidad

El rapto de las sabinas. Los fundadores de Roma se dieron cuenta de que algo faltaba a la sociedad recién creada. Rómulo y su cohorte necesitaban herederos. El rapto de las sabinas que realizaron aquellos primitivos romanos tenía como objetivo crear una sociedad armoniosa: riqueza, virtudes religiosas y valor guerrero. Un esquema muy indoeuropeo dice el historiador Dumezil, un fin muy noble, alejado del belicismo. Un ejemplo que podía seguir hoy la Unión Europea seleccionando a los mejores.

La edificación de Europa no es una obra consumada, es una energeia, energía o actividad continua conjugando la riqueza interior, la convivencia pacífica y la elección de los mejores.

«Vuelve a encontrarte –recomendaba Juan Pablo II en Santiago de Compostela–. Sé tú misma, descubre tus orígenes, aviva tus raíces, revive aquellos valores que te hicieron universal»… Desde su experiencia del nazismo y del comunismo sabía muy bien lo que decía.

Noticia Patrocinada

La buena estrella de la bandera de Europa. Dante finaliza cada uno de los Cánticos de su Divina Comedia con una referencia a las «estrellas» como forma de manifestar la esperanza. Dante al salir del infierno se desahoga con aquel «y así salimos a ver las estrellas». Al abandonar el purgatorio tiene como punto de referencia, guía e indicador un ánimo «puro y dispuesto a alzarme a las estrellas». La voluntad y el deseo del autor giraban como ruedas impulsadas por Aquel que mueve el sol y las estrellas. Este es el origen de las estrellas de la bandera de Unión Europea y la fuerza simbólica con función expresiva y apelativa de la Esperanza.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Escoge el plan de suscripción que mejor se adapte a tí.

Publicidad