La actividad económica en los últimos cinco años ha venido zarandeada y entrelazada por acontecimientos complejos de distinta naturaleza, en un mundo cada vez más ... imprevisible y desconcertante de creciente violencia, erosión de las normas internacionales y avances técnicos, imparables. En marzo de 2020 asistimos atónitos y sobrecogidos a la cancelación de eventos en cascadas y seguidamente a frenar en seco todos los planes y actividades (excepto de los sectores esenciales) con la declaración del estado de alarma el 14 de marzo. Un virus campaba a sus anchas a una velocidad diabólica, obligándonos a confinarnos en casa. El PIB real de España retrocedió un 11% interanual, la mayor caída desde la Guerra Civil española.
La UE facilitó la política económica permitiendo a los países aumentar el gasto cuanto fuese necesario, ampliando los programas de compras de títulos, creando un instrumento de apoyo a los ERTE y unos fondos europeos, NextGenerationEU, el mayor estímulo fiscal financiado por aquella.
El Gobierno español, con el apoyo de los autonómicos, implementó una batería de medidas extraordinarias para sostener empresas y empleos (línea de créditos ICO avalada por el Estado, aplazamientos de impuestos y cotizaciones sociales a las pequeñas, los nuevos ERTE, o el Ingreso Mínimo Vital para los hogares más vulnerables, entre otras). 2021 vino con una doble inyección de optimismo y de chute para la recuperación económica: las vacunas, conseguidas en un tiempo récord permitiendo levantar restricciones. La otra, la inyección de fondos europeos, 140.000 millones para España entre transferencias y préstamos dirigidos a reformas e inversiones a desplegar entre 2021 y 2026. El PIB creció en términos reales un 6.7%, recuperando poco más de la mitad del desplome del año anterior. Apoyado en el avance de las exportaciones de servicios y, en menor medida, en el consumo de los hogares animado por el ahorro acumulado y el ansia por recuperar la «normalidad». La inversión empresarial, rezagada; la inflación, disparada.
En 2022, con la oferta mundial todavía estrangulada en muchos productos, la economía otra vez zarandeada por una nueva perturbación: el 24 de febrero, la invasión de Ucrania por Rusia atenaza el aprovisionamiento de materias primas, desata una respuesta europea en forma de sanciones de todo tipo, dispara aún más los precios y abate las esperanzas de una recuperación más rápida. La política económica, la fiscal, expansiva, al desplegarse un conjunto de medidas para hacer frente a las consecuencias de la guerra (bonificaciones al precio final del combustible, diversas rebajas fiscales o la subvención del precio del abono del transporte, entre otras) aunque también se subieron algunos impuestos y establecieron otros nuevos. La política monetaria vira en sentido contrario: el BCE aumenta los tipos de interés en varias ocasiones intentando yugular la inflación.
El PIB registró un destacado crecimiento real del 6,2%, espoleado fundamentalmente por las exportaciones de servicios (+49%) y un todavía vigoroso consumo de los hogares (casi un 5%).
En 2023 asistimos a otras dos irrupciones de naturaleza completamente distinta: la IA generativa (presentación en sociedad de ChatGPT) y el ataque de Hamás y la ofensiva israelí en Gaza con la guerra en Ucrania enquistada. En España, unas elecciones generales, siendo la segunda fuerza política resultante, el PSOE, la que conforma gobierno. El crecimiento se desaceleró hasta el 2,7% del PIB impulsado por el consumo público (+5,2% en términos reales) y las exportaciones de servicios. Moderación de la inflación por la reducción de los precios energéticos y la subida de los tipos de interés. La inversión empresarial no consigue recuperar el nivel prepandemia.
2024 estuvo marcado por más de 70 procesos electorales en el mundo, las dudas sobre la fiabilidad de las urnas en países con regímenes autoritarios y la expectación de las estadounidenses. En Europa, elecciones al Parlamento, con dos guerras tronando en sus puertas y una tractorada atravesándola: los agricultores, que pagan un alto coste de la transición energética y el Pacto Verde, la maraña burocrática y la competencia de importaciones con menores exigencias técnicas. El crecimiento del PIB en 2024, del 3,2%, acelerando el desacelerado del año anterior y superior al de la zona euro, espoleado por el consumo público y el extraordinario comportamiento del turismo. El consumo de los hogares, animado por la creación de empleo, el impuso demográfico y la reducción gradual de los tipos de interés desde mediados del año. El consumo privado per cápita no ha recuperado el nivel prepandemia. La debilidad de la inversión privada contrasta con la expansión de la pública.
La actividad se desenvolvió en un marco de incertidumbre política con otra prórroga presupuestaria, la reversión gradual de las medidas antiinflación y la reactivación de la disciplina fiscal europea.
La huella de aquella crisis sanitaria en el agregado de la economía se disipó. Imborrable e inolvidable una muesca en el corazón y en la pirámide de población. Una sensación de fragilidad y vulnerabilidad cambiando actitudes, pautas de consumo y de trabajo y un cierto ahorro, por si acaso.
El presente, plagado de retos en una nube densa de tensiones. Desencantados y agotados por la crispación política, la falta de consensos entre los dos principales partidos políticos y el ninguneo al Parlamento, el último, hurtar el debate parlamentario en un tema tan relevante como el aumento del gasto en defensa y sin presupuesto y con una deuda pública que alcanza el récord de 1,6 billones de euros.
En el activo, la elevada tasa de ahorro de las familias, la situación financiera relativamente saneada de nuestras empresas, su creciente internacionalización y digitalización, modelos más sostenibles… A saber, si los vendavales de la «egopolítica» nacional e internacional, desatados, amainan.
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