La realidad y la reforma laboral
ANÁLISIS ·
El modo ridículo que permitió convalidar el decreto ley no debería ocultar las virtudes del acuerdo logrado sobre el mercado de trabajoANÁLISIS ·
El modo ridículo que permitió convalidar el decreto ley no debería ocultar las virtudes del acuerdo logrado sobre el mercado de trabajoYa sabíamos que la realidad supera a veces a la ficción, pero de lo que no éramos tan conscientes es de que la realidad también ... es capaz de superar a la propia realidad.
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Tras el debate del jueves sobre la reforma laboral tenemos una realidad objetivable, un decreto ley convalidado que supone un nuevo marco legislativo para el mercado de trabajo, que, sin embargo, ha sido superada al instante por la no menos realidad del rosario de la aurora en el que derivó su votación. De tal modo que eso nos ha llevado, cual Matrix, a otra dimensión de la realidad que consiste en que no sabemos a ciencia cierta si tenemos o no nueva reforma laboral, pues todo queda ahora pendiente de los tribunales de justicia a los que a buen seguro llegará el esperpento político.
Ojo, esto no viene de Hollywood que ya lo inventó Puigdemont: ¿recuerdan la imagen de aquella mujer eufórica cuando se anunció la independencia de Cataluña superada por su propia realidad un segundo después cuando la dejó congelada, es decir, inútil? Pues eso, pero con mascarillas.
Existen, además, otras dimensiones paralelas, aunque cabría decir mejor periféricas, donde habitan ERC y PNV, partidos capaces de ponerse de acuerdo en el último instante cuando hay contraprestaciones de inversiones, y por eso acaban apoyando siempre los presupuestos, y que se han mantenido muy dignos esta vez en sus casillas de salida. Vamos, que se ha visto la tramoya en forma de millones de las que otras veces se benefician vascos y catalanes. Con ellos al lado de Sánchez ni siquiera nos habríamos enterado de la gastroenteritis de Alberto Casero, del que también hemos sabido que vive cerca del Congreso de los Diputados, detalles irrelevantes pero que ya han pasado a la historia del parlamentarismo español. En estos tiempos líquidos cualquier cosa nos vale, y el diputado cacereño del PP ha aprendido de paso que hasta para meter la pata hay que tener suerte en la vida.
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Aunque a mí realmente los que me dan lástima son los dos diputados díscolos de UPN, porque no me negarán que no hay nada más triste que ser tránsfuga sin que tu voto sirva para algo. Ser desleal sin efecto alguno, sin que nadie te lo agradezca. Ser inútil cuando ya te sentías héroe.
En la aprobación de esta reforma laboral se superponen tantas capas de traiciones, contradicciones, despechos y errores que no todas se formaron el jueves, se fueron tejiendo desde el principio, cuando las vicepresidentas Calviño y Díaz se daban codazos por ver cuál de ellas controlaba la negociación, o antes con el falso debate etimológico entre derogación y reforma. Falso porque se mantenía por interés político cuando ya todos sabíamos que no iba a derogarse.
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Por lo demás, el modo tan ridículo en que el Gobierno ha conseguido sacar adelante la reforma laboral, con ese alborozo final en la bancada ministerial incluido, no debería ocultar el fracaso parlamentario, especialmente de una Yolanda Díaz que parecía capaz de todo y que sin embargo ha comprobado que las fuerzas de la izquierda con las que parece contar para su plataforma política, desde ERC al BNG, la CUP o el propio Bildu (¿se puede decir que el PP es proetarra por haber votado junto a ellos?) la han dejado sola en su proyecto estrella.
Y todas esas capas de realidad, ese barro acumulado, ha logrado superar a la única realidad que debería importarnos: que se ha producido una reforma de las condiciones laborales que cuenta con el respaldo tanto de sindicatos como de empresarios, de modo que aparte del hecho mismo de ponerse de acuerdo en algo, lo que ya debería congratularnos, nos está indicando que contiene unos elementos que resultarán positivos para el conjunto de la sociedad actual, benefician a los trabajadores sin ser lesivos para las empresas. Y no, esto no es ficción.
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