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Una de mis primeras experiencias con la sanidad española fue como profesor, no como paciente. Un grupo de especialistas fueron algunos de mis primeros alumnos ... en Cáceres, y nuestras clases tenían lugar en el hospital San Pedro de Alcántara. Un día la clase coincidió con un evento de alto nivel y la seguridad era muy elevada. Esto fue durante las secuelas de los ataques del 11 de septiembre y había controles de seguridad por todas partes.
El neumólogo del grupo fue el encargado de guiarme a través de los sucesivos cordones de seguridad. Avanzábamos a través de los distintos anillos de policía cuando la Guardia Civil nos detuvo y me dijo que no tenía el acceso adecuado y que no podía seguir.
El neumólogo se puso furioso: «¿Cómo que nuestro profesor no puede pasar? ¿Por qué no molestan a alguien que realmente esté haciendo algo malo? Como ese tipo de ahí». En ese momento señaló a un paciente, con su bata de hospital, que fumaba justo debajo de un cartel que lo prohibía.
Las cosas han cambiado desde aquel incómodo momento. Ya no se concibe que alguien fume en un lugar público delante de un policía, y mucho menos en un hospital. Es cierto que nunca está del todo claro qué leyes se pasarán por alto, pero fumar en el interior, afortunadamente, no es una de ellas.
Lo que no ha cambiado es la profesionalidad y dedicación de nuestro personal sanitario. Ojalá nadie caiga enfermo o se lesione en el extranjero, porque en el caso de que ocurriera, muy pronto se apreciaría lo cualificados que están los profesionales que trabajan aquí.
Desgraciadamente, lo que sí ha cambiado es el apoyo que reciben de la administración pública. Puede que Madrid reciba toda la prensa negativa sobre su deteriorado y cada vez más privatizado servicio sanitario, pero, ¿cuándo fue la última vez que intentó conseguir una cita con su médico?
Atrás quedaron los días en los que podías conseguir cita el mismo día o al día siguiente como muy tarde. Ahora las esperas de cuatro, cinco días, incluso una semana, son lo habitual. Y eso si no vives en localidades como Guadalupe, donde la falta de especialistas es acuciante.
La sanidad española, de categoría mundial, fue uno de los primeros atractivos que me hicieron darme cuenta de la calidad de vida que se respira aquí. Es un servicio que afecta directamente a todo el mundo, independientemente de sus inclinaciones políticas. Incluso si uno tiene lo suficiente como para pagarse un seguro médico privado, cuando las cosas se ponen serias, suele ser la sanidad pública la que acaba salvando vidas.
Sin embargo, los gigantes de la sanidad privada son taimados y se han infiltrado en los grandes partidos. De este modo, han impulsado este deterioro de los servicios en todo el país. Un empeoramiento que se ha traducido directamente en ganancias récord para ellos.
La sanidad pública es una cuestión de igualdad. A menos que queramos vernos obligados a hacer campañas de GoFundMe para ayudar a pagar los tratamientos contra el cáncer como hacen en Estados Unidos, en las próximas elecciones apoye al partido que haga de la sanidad pública un auténtico compromiso.
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