No estoy tan seguro de que Alberto Casero haya cometido un error al apoyar la reforma laboral. No es que piense que Casero votara sí conscientemente, ni mucho menos que participara en una conspiración, tal como ha llegado a circular por las redes sociales, ese ... espacio en el que prospera toda la ponzoña. (Abro paréntesis: los periodistas viejos sabemos algunas cosas a fuerza de oficio: una es que tenemos que estar curados de espanto sobre conspiraciones, y otra que no deberíamos participar en la redes sociales para no blanquearlas ni convertirnos en cómplices necesarios, aunque sea involuntarios, en la extensión de la ponzoña. Quien todavía lo dude, que vea lo que se ha dicho de Casero. Pero estas son otras historias).

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Digo que no dudo del diputado trujillano cuando afirma que siempre pensó que votaba no, incluso cuando el sistema informático le pidió que confirmara su voto afirmativo. Lo que quiero decir es que creo que, con ese error, Casero no solo le ha evitado a su partido un mal mayor, sino que, a la larga, incluso le ha salvado la cara. Imagínense que la reforma laboral no hubiese salido adelante porque Alberto Casero hace lo que el resto de compañeros del PP, no se equivoca y vota no. Inmediatamente después habría habido muchísimos españoles que hubiéramos pensado que la culpa había sido del PP. Y eso, de haber ocurrido, hubiese sido un factor electoralmente indeseable para un partido que aspira a gobernar y que parece haber olvidado que para conseguirlo es imprescindible lograr millones de votos, es decir, millones de apoyos de personas para las que esa reforma es una gran noticia.

No hay nadie en España que no sepa que nuestro país sufre las más altas tasas de desempleo de la Unión Europea y, además, que de diez contratos que se firman nueve son temporales y uno indefinido. La virtud principal de la reforma laboral es que establece la norma para darle la vuelta a eso y reducir a circunstancias muy precisas la contratación temporal. A partir de ahora habrá millones de personas que se beneficien de este cambio. Serán millones de personas que se van a acordar de la bendita equivocación de Alberto Casero. Así que lo que más le conviene a Pablo Casado es ir haciéndose el distraído con esas reclamaciones que dice que va a presentar en el Constitucional sobre la votación en el Congreso y empezar a sentirse aliviado, porque quién sabe si Casero le ha evitado, aunque haya sido sin querer, la ocasión de ser el villano en la casa de millones de españoles a quienes –de haber ocurrido todo como quería– no les hubiera cabido en la cabeza que el partido a quienes estarían dispuestos a votar no ha querido aprobar una reforma, acordada por los sindicatos y por los empresarios, que les hubiera permitido tener a él o a sus hijos o a sus amigos un contrato indefinido en lugar del temporal que van firmando, con suerte, demasiado de vez en cuando.

Millones de personas, muchas de ellas votantes del PP, se acordarán del bendito error de Casero

Casado, como buen católico, sabe que Dios escribe derecho con renglones torcidos. Debería ver a su amigo Casero como el amanuense de Dios.

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