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Tal día como hoy, pero en 1517, fallecía el famoso Cardenal Cisneros, a la sazón arzobispo de Toledo. Para sustituirlo en el cargo, Carlos I ... nombró a un sobrino de uno de sus consejeros, un joven de veinte años nacido en el Ducado de Borgoña, llamado Guillermo de Croy, que por entonces era obispo de Coria.
Con su nombramiento, el rey se pasaba por el forro las normas dictadas por su abuela, Isabel la Católica, que había prohibido expresamente la concesión de oficinas eclesiásticas a extranjeros. Fue tan fácil como naturalizar castellano al joven cardenal, como ya había hecho para que pudieran nombrarlo obispo de Coria. Lo mismo ocurrió con un obstáculo más, el que obligaba a los obispos a vivir en su diócesis, y es que el de Borgoña no tuvo ninguna intención de venirse ni a Coria ni a Toledo ni a ninguna otra parte de España por digna y maravillosa que fuese.
Se daba la circunstancia de que había un español candidato al arzobispado de Toledo, hijo ilegítimo de Fernando el Católico y, por lo tanto, tío natural del rey. Se llamaba Alonso de Aragón y cumplía todos los requisitos para el cargo, pero Carlos I pensó que si alguien podía saltarse la ley era él mismo.
El hecho causó un escándalo en Castilla. Ver a un arzobispo extranjero (mejor dicho, no verlo siquiera) era un asunto que en aquella sociedad rotundamente cristiana no se podía admitir. Los representantes en las Cortes de Valladolid protestaron enérgicamente, pero el rey estaba a otras cosas y no les hizo ni caso, lo que vino a sumarse a los motivos que causaron la guerra de los Comuneros en 1520.
Se ve que lo de adaptar las circunstancias a la conveniencia de quienes mandan, saltándose las costumbres y hasta las normas comúnmente aceptadas hasta el momento es algo que se ha repetido y se sigue repitiendo siempre por aquello de que no aprendemos de la Historia.
Hoy en día, sin ir más lejos, dejamos ya de escandalizarnos cuando vemos el encaje que los terribles y abyectos asesinatos cometidos por la banda terrorista ETA tienen ahora en el nuevo orden político y gubernamental con el fin de mantener las mayorías necesarias para sostener al Gobierno de la misma nación que se vio azotada con la violencia y la muerte ejecutadas con la más cobarde crueldad de quienes ahora negocian las leyes (incluidas las presupuestarias) que nos afectan a todos.
No es el único ejemplo ni será el último. La bajeza de la política actual, expuesta por la justicia de las hemerotecas digitales y las redes sociales que las airean, dejan en pelotas morales, un día sí y otro también, a quien menos se lo esperan, y especialmente a quienes necesitan la mentira para sostenerse en el cargo.
Por cierto, Guillermo de Croy, aquel joven arzobispo de Toledo, murió en Worms cuatro años después como consecuencia de una caída de caballo. Justicia divina, o simplemente mala suerte, quién sabe.
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