Tres meses después de que se empezaran a inocular las primeras vacunas contra el coronavirus pocos dudan de que la Unión Europea ha fracasado en su gestión. El indudable éxito que supone que menos de un año después de que se desatara la pandemia la ... ciencia nos proveyera de vacunas se ha visto empañado por el incumplimiento en los plazos inicialmente avanzados. A finales de 2020 se crearon unas expectativas tan optimistas sobre el ritmo de vacunación, que no haberlas cumplido ha creado un malestar general. El éxito de la ciencia se ha visto aguado por el fracaso de la fabricación y la distribución.

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Ahora la nueva promesa es que en abril sí llegarán los millones de dosis prometidas y que se repartirán entre todos los países, por lo que se dará el empujón decisivo a la campaña. El hecho de que ya esté a punto la vacuna de Janssen, que es de una sola dosis, puede acelerar la vacunación. Ojalá esta vez se cumplan los plazos y no haya retrasos de última hora que frustren el nuevo plan.

Sin embargo, el temor que todos albergamos es que por mucho que se acelere ahora la campaña no llegue a tiempo de parar la cuarta ola, que ya está asomando en las estadísticas que publicamos a diario. Ya hay comunidades, como Madrid y Navarra, que tienen incidencias superiores a 250 casos por cien mil habitantes, la tasa que la OMS considera altamente peligrosa. Y en la mayoría de las regiones los contagios van subiendo día a día, incluida Extremadura. Después de vivir un enero terrorífico, se había conseguido casi vaciar las unidades de covid de los hospitales. Sin embargo, llevamos dos semanas con el número de casos subiendo. Cierto que no lo hacen al ritmo que tuvimos en enero, pero ya conocemos cómo se las gasta esta enfermedad: en cuanto se relajan las restricciones sube la incidencia. Primero tímidamente y después de manera incontrolada. El hecho de que la variante del virus que circula ahora sea la británica, que es más contagiosa, resulta todavía más preocupante. La situación de países como Alemania y Francia, con incidencias de contagio superiores a la española, muestra lo complicado que es controlar la pandemia y el error que cometen las autoridades cuando dan por resuelto el problema; o cuando sacan pecho y presumen de que han sabido gestionarla mejor que el país, la comunidad o el pueblo vecino.

Nadie dispone de la fórmula mágica para frenarla, salvo la ya conocida de imponer restricciones a diestro y siniestro: cierre de bares y comercios, confinamiento de pueblos y ciudades, toque de queda temprano... Con esas duras medidas se consiguió rebajar la incidencia en Extremadura a principios de año, y esas son precisamente las decisiones que no se quieren volver a tomar por el impacto devastador que tienen sobre la economía.

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De manera que hoy, 4 de abril de 2021, no sabemos quién va a correr más: si la variante británica contagiando o los equipos de vacunación inmunizando a nuevos grupos de población y evitando así las formas más graves de la enfermedad. La cuarta ola ha llegado demasiado pronto y los cargamentos de nuevas vacunas demasiado tarde para frenarla con eficacia. Da vértigo pensar que hoy, mañana, la semana que viene, se van a producir contagios que acabarán en muertes que se podrían haber evitado si las vacunas se hubieran distribuido antes.

Las cifras de fallecidos no volverán a ser tan elevadas como en enero, pero si convenimos en que cada vida importa, y claro que importa, cada semana, cada día de demora en la administración de las vacunas es un retraso mortal.

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