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Cuzco
Héroes y tumbas

Cuzco

Héroes y tumbas ·

Salvador Calvo Muñoz

Martes, 28 de enero 2025, 22:49

Allí lo pronuncian Cusco; pero aquí no, aquí con ceta (z). Hace unos días, perdiendo el tiempo mirando el televisor, a veces se encuentra uno con cosas interesantes. Un tipo, melenudo y barbado, hace programas que tratan de sus carreras por esos mundos. Es un ... atleta maratoniano, más o menos. Dicharachero y simpático con la gente; se cree gracioso, pero no lo es. Da igual. El otro día estaba en Cuzco, la ciudad andina en la que pasaron tantas cosas. Sur de Perú, cara oriental de los Andes. Cuzco fue capital del Tihuantinsuyo, el imperio incaico. Ya saben: templos, piedras enormes, el quechua, en incario, Atahualpa, Manco Inca, etc. Allí murió peleando Juan Pizarro, hermano de Francisco, porque se quitó el casco y recibió una pedrada mortal. Allí hubo una lucha feroz entre unos y otros. Españoles e indios contra españoles y otros indios. Pizarristas contra almagristas e incas contra otros incas. En fin, dejemos ahora la historia. El caso es que miren 'el' Cuzco y vean qué plaza y qué catedral. No sé por qué, no sé por qué ni cómo, hay una corriente emocional y hasta melancólica cuando tratamos de aquellas gentes, aquel paisaje y aquellos escenarios. Algo nos atrae irremisiblemente y nos hace evocar un mundo que, por desgracia, no hemos conocido y que tal vez ya no haya tiempo de conocer. ¿Por qué Francisco Pizarro y los otros trescientos o cuatrocientos barbajanes que iban con él, cuando se llenaron de oro, no se vinieron a España y dejaron Cuzco, Cajamarca, Lima y tantos otros sitios? ¿Por qué se quedaron allí y emplearon sus fortunas en hacer ciudades con catedrales, palacios, hospitales, universidades y todo lo demás? El mismo Francisco Pizarro, que de porquero e inculto no tenía nada, tuvo una hija con Inés Huaylas Yupanqui a la que llamaron Francisca Pizarro Yupanqui. Y los otros, lo mismo. Hasta el loco tirano Aguirre tuvo una hija mestiza a la que dio su nombre. Ahora viene lo malo y decepcionante. En Cuzco hay un mural enorme donde las pinturas cuentan la historia de los incas y los españoles aparecen como bestias sanguinarias sedientas de oro. ¿Quién les explica a los peruanos mestizos la verdad? ¿Los ingleses y norteamericanos anglófilos? Ellos son los que publican y editan para todos los hispanoamericanos los capítulos de la Leyenda Negra. Poquito les cuentan de quién diseñó esa magnífica Plaza de Armas, ni quién levantó esa joya de la arquitectura que es, o son, la Catedral o la iglesia de la Merced. Lástima, me quedaré con las ganas de pasear por el barrio de San Blas, la calle Hatun Rumiyoq, y de ver y vivir en el espacio en que aquellos antepasados decidieron quedarse para siempre. «Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo, tal vez un jueves, como es hoy de otoño…». ¿No tendrá algo que ver haber leído los poemas divinos y humanos del gran César Vallejo? ¿Tendrá acaso la culpa la infinita tristeza de José María Arguedas? Desde luego si hay un culpable de esta vocación peruana es la de ese español-peruano de la Real Academia: Mario Vargas Llosa. Y no acabamos con la maldita Leyenda Negra…

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