Hace tal vez un centón de años que vimos en el Taramona, en el Bretón o en el Liceo 'El juez de la horca'. Luego, otro centón de años después, la hemos vuelto a ver en la televisión. No hay más que acudir a Google, ... ese sabelotodo, y nos dirá quién fue su director. Lo que no hace falta consultar es que el actor principal era Paul Newman, de eso nos acordamos exactamente. Bueno, ¿Y qué? Ah, eso ya es otra cosa. El caso, o la cosa, es que en un territorio en el que imperaba el desorden, el bandidaje, el robo, el crimen y la injusticia en general, apareció un tipo llamado Roy Bean, bastante estrafalario, y puso remedio a tanto desatino. ¿Qué remedio? Cuando alguno se salía de madre, o le pegaba un tiro o lo juzgaba, e indefectiblemente lo mandaba ahorcar. Se acabó el carbón. La trama de la cuestión del asunto no es nada nueva: o hay ley o se va todo al garete. Aquella historia cinematográfica no tuvo un final feliz, claro está; porque al juez Roy Bean se le fue la olla, o el corazón, por la famosísima diva madame Lily Langtry, a la que por cierto no llegó a ver nunca, cual un Don Quixote cualquiera con su Dulcinea del Toboso. ¿Y dónde queremos ir a parar? A que necesitamos un juez Roy Bean, con el sentimiento frío, y no ardiendo de efluvios amorosos, que ponga sordina a este desatino. Otra vuelta más a la eterna cuestión. Si el mal no descansa, ¿por qué toda la gente de buena voluntad tiene que estar aguantando la ignominia, la burla de sus derechos y una humillación por la mañana y luego durante todo el día? ¿Siempre hay que callar lo que se piensa; nunca hay que decir lo que se siente? ¿Qué va a ser esto, el silencio de los corderos? Pues estamos aviados.
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Mira por dónde viene a las mientes otra película de Paul Newman. Tampoco recuerdo al director. Luego me lo dirá Google; pero sí a Diane Cilento y a Richard Boom. Título: 'Un hombre'. Ante la situación desesperada de una señora, rehén de los malvados, y de la cobardía de los presentes, solo al que no le importaba un bledo la suerte de aquella mujer, se decide a dar el paso de entregar su vida por un semejante. ¿No habrá en esta sociedad adormecida y anestesiada esa voz que despierte a la marmota que acabe con tanta molicie y no menos maldad?
Acabemos. Otra vez aquel estupendo actor americano. Ahora 'La leyenda del indomable', cuyo director fue Stuart Rosenberg. ¿Hay algo más importante que la libertad? Nada. Se lo decía Don Quijote a Sancho. Lo repetía, mirando el horizonte del océano, aquel idiota de Jack Sparrow. En efecto, pues en la cárcel aquel personaje que interpretaba Paul Newman se fugaba una y otra vez para conseguir la ansiada libertad. Lo cogían, lo encerraban de nuevo, y así hasta que lo mataron; pero nunca dejó de luchar por el bien más preciado. Cuando nos limiten y quiten la libertad de decir lo que somos y sentimos… apaga y vámonos.
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