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El pasado efímero
Héroes y tumbas

El pasado efímero

Salvador Calvo Muñoz

Martes, 25 de marzo 2025, 22:54

Antiguamente hubo por ahí un cantante magnífico, al que vimos y oímos en un par de ocasiones o tres. Teníamos un casete de aquellos que ... se ponían en el tocadiscos del coche y oíamos sus preciosas canciones cuando viajábamos a algún lugar. Seguramente sigue aún vivo. Lo cierto es que hace ya años que apenas sabemos de él. Debe de ser mayor y no estará para andar por esos mundos con sus músicas, poemas y canciones. ¿Que quién? Amancio Prada. Creo que era natural de El Bierzo, esa región tan bella de León que se asoma a la inmediata Galicia. Amancio cantaba tanto en español como en gallego, con toda la naturalidad del mundo. Tampoco hay apenas diferencias morfológicas, sintácticas, léxicas o semánticas entre el actual gallego y el español. Y si no mírenme a mí, atiborrado de saudade y morriña por no encontrar el tiempo perdido ni la sombra de las muchachas en flor, con permiso del señor Proust. Pero quería hablar de Amancio Prada que, con su magnífica voz, nos pasaba por el alma las letras divinas y humanas de sus, y nuestros, amados clásicos. Cómo no recordar ahora la versión musical de los poemas de San Juan de la Cruz, o de Rosalía, que nos ofrecía el bueno de Amancio. 'El cántico espiritual' nos ponía a punto de caramelo y del éxtasis, como aquella Santa Teresa que levitaba en sus arrobamientos místicos. Y de otros, García Calvo, el Romancero… tantos y tantos. Títulos inolvidables: 'Libre te quiero', 'Romance de prisionero', 'El conde Arnaldos'… ¡Qué diferencia con esos espectáculos hodiernos de una cosa que llaman Benidorm Fest, o algo así, en la que salen cuatro energúmenos/as berreando sabe Dios qué guturales alaridos, que no hay oído humano que entienda lo que quieren decir. En efecto, estoy anticuado y soy un cavernícola. Prefiero un traje de chaqueta con chaleco y corbata a esos guiñapos rotos que lucen los/las modelos en las pasarelas de la 'Fasion week' o como se diga. Y mirando otra vez hacia atrás; pero sin ira, otro cantante al que admiramos a pesar de nuestro lígrimo dominio del inglés, y sin embargo nos encantaba oír lo bien que lo articulaba aquel portento de la voz y la música: Leonard Cohen. Este sí que ya pasó el Rubicón y anda entonando sus canciones en el Elíseo. 'Towers of son', 'Marianne', 'Firte we take Manhattan', 'Suzanne' y las otras; en fin, un señor cantante y un tipo respetable de chaqueta y corbata. Al final y a la postre, ponemos en marcha el aparato del coche e introducimos un disquito de estos de ahora. Las canciones de ayer, de aquel pasado, nos llevan, lo que dura el viaje, a aquellos años irremisiblemente añorados y perdidos. ¿Y qué? En fin, el pasado ya fue, sucedió; gotas de nostalgia y melancolía, y por qué no, a veces un mohín de desagrado. También hubo mucho falso ídolo enturbiando el panorama. Uno que volvía a Granada o aquel otro de voz beoda que versionó a los clásicos mientras aplaudía los coches bomba o el tiro en la nuca. Había de todo en la vieja piel de toro y en la viña del Señor.

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