Así hemos narrado la manita del Barça al Valencia
Pablo Casado en su despacho de Génova, sede central del PP. HOY

Con la sede a cuestas

El PP abandonará Génova para exorcizar el espíritu de Bárcenas, pero corre el riesgo de convertirse en el Sísifo de la corrupción

Pablo Calvo

Cáceres

Domingo, 21 de febrero 2021, 08:14

Todo el mundo sabe que la sede central del Partido Popular se encuentra en Génova, en la calle. Igual que sabemos que la del PSOE está en Ferraz. Decir Ferraz en las crónicas periodísticas implicaba antes, aparte de presumir de fuentes, ... comunicar que tal o cual decisión procedía del aparato, de los mandamases del partido, y que poco cabía hacer en contra. El nombre de la calle te caía sobre la cabeza y podía destrozar tu futuro político o despejar el camino hacia un mullido escaño, por ejemplo. Lo mismo con Génova, por supuesto. No sabemos en cambio, no lo sé yo, en qué calle está la sede de Podemos o la de Ciudadanos. Los primeros empezaron en las plazas del 15-M y acabaron en Galapagar, donde supongo que se decide en torno a la piscina; de los segundos sabemos que trasladaron su sede principal de Barcelona a Madrid, y que por el camino se perdieron. Vox no está en el barrio de Salamanca, pero sí en Chamartín.

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Pedro Sánchez venció en su resurrección a Ferraz. Aquella foto de las viejas glorias del socialismo y de los barones apoyando a la candidata andaluza, mientras él dejaba caer que estaba recorriendo España en un utilitario para recabar el apoyo de las bases. Nunca lo hizo, pero los militantes compraron esa imagen porque con su voto les hacía sentirse David derrotando a Goliath.

Ya no se habla tanto de la sede madrileña porque el 1 de octubre del 2016 perdió su simbolismo de poder, lo mismo que ya es olvido la sede de Gobelas, donde tuvieron despacho Felipe González y Rodríguez Zapatero. También se utilizó para proporcionar ideas al nuevo socialismo, que hoy maneja un no socialista, Iván Redondo, desde Moncloa. Gobelas era además el lugar desde el que Alfonso Guerra trazaba las estrategias electorales, y que le sirvió de destierro tras su dimisión como vicepresidente del Gobierno en Cáceres. Una especie de museo de jarrones chinos, que diría González.

Pablo Casado ha decidido ahora abandonar Génova, que al contrario que Ferraz, suele ir acompañado en las crónicas del número que ocupa en la calle, el 13, sobre todo cuando se quiere dar idea de mal rollo. El presidente del PP no puede más con los espíritus que recorren los despachos, que ni le dejan dormir ni le dan buenos titulares. Una mudanza como huida hacia adelante, como la pareja que a punto de zozobrar acuerda formalizar la relación casándose o la que decide tener un hijo.

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Los populares ya cambiaron de nombre, que es algo que también hacen algunas personas que quieren distanciarse de su pasado, y ahora cambiarán de espacio para borrar su huella. Al contrario de lo que se acostumbra, será mal visto acreditar como aval de antigüedad y compromiso que uno trabajó en la antigua sede de Génova por miedo a que le salpique alguna citación judicial. El exdiputado por Ávila también ha desdeñado el consejo de no hacer mudanzas en tiempos de desolación, que dijo San Ignacio pero que tanto se atribuye a Santa Teresa. Parece que cuando se habla del PP, nunca está claro de quién es qué.

Las crónicas incorporarán pronto, por tanto, un nuevo nombre con la calle donde se ubique la próxima sede del Partido Popular, política feriante, de sitio en sitio hasta encontrar el mejor acomodo. Es de prever que sea una sede de alquiler, por si deben abandonarla en el futuro si surgieran, Dios no lo quiera, otros casos de corrupción que les vuelvan a afectar. Así, Casado y los suyos podrían convertirse en Sísifo soportando sin descanso el peso de lo mal hecho, con los cajones donde se guardan los discos duros a cuestas todo el tiempo. Mejor ese castigo, pensarán, que seguir viendo el fantasma de Bárcenas junto a la fotocopiadora.

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