La semana fantástica de Vara

No es que antes no mandara, va para trece años desde que tomara las riendas del PSOE en Extremadura, pero hace cuatro había quien no se arredraba públicamente en discutir su liderazgo, y quien empleaba más el tiempo verbal en pasado que en futuro o presente para referirse a él. Desde algunos sectores del partido le dedicaban, eso sí, palabras siempre afectuosas, como las que se emplean para despedir al compañero que se jubila.

La mayoría absoluta de 2019 y, sobre todo, la llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa en 2018, ambos episodios inesperados, han obrado en su favor porque los sanchistas con ganas de revancha se tuvieron que dedicar a gobernar, al tiempo que ellos mismos lograban cada uno su cuota de poder. Pero algo habrá hecho bien el propio Vara para que hoy le vuelvan a considerar, esta vez sin discusión alguna, el más adecuado para liderar el partido hacia los nuevos retos de futuro, esos en los que él parece creer más que nadie.

En poco más de año y medio, además, volverá a ser el candidato socialista a la Junta de Extremadura con muchas opciones de ganar otra vez. Eliminar la limitación de mandatos en cuanto arrancó la legislatura fue una jugada maestra pensando más en acallar las voces internas que externas.

Unos, en su misma situación, son ya verdaderamente pasado, como Susana Díaz, y a otros, como García-Page, se les aguanta de mala gana. Él mismo ha contado, y nadie le ha desmentido, que tras la resurrección de Sánchez, puso su cargo en el partido a disposición del nuevo secretario general, es decir, mostró arrepentimiento y realizó un ejercicio de lealtad que luego ha seguido practicando cuando se ha mordido la lengua más de una vez para no criticar públicamente decisiones que no eran de su agrado. A lo sumo, un tuit de desahogo. Es su forma de entender la política, sin aspavientos, ni sobreactuaciones, sin salirse del redil más de lo conveniente. Y no polarizar, que es lo que peor aguanta y por lo que lleva con resignación la influencia de Unidas Podemos en la actual política y en el Gobierno.

Esas características que, en un momento dado, le hacían pasar por poco contundente en las formas (y hasta algo tibio para los acostumbrados al estilo Rodríguez Ibarra) y demasiado centrado en el fondo ideológico para el gusto de la militancia socialista (e incluso para las alianzas políticas que se imponían), son las mismas que hoy se le reconocen como político capaz de conciliar y de tener una visión global y menos sectaria de las cosas. El vaso ya no está medio vacío para Fernández Vara, esta semana se lo han llenado hasta arriba.

Como es natural, el PSOE extremeño se asemeja cada vez más al propio presidente autonómico, de ahí que la celebración de primarias para dirimir la dirección provincial en Badajoz de inicio sorprendió tanto y luego fue tan mal recibida. El paso dado por unos mal, probablemente, asesorados Osuna/Rosiña polarizaba y enturbiaba el ecosistema que ya se había generado. Ese nubarrón es de momento el único que no se ha despejado del todo en un socialismo extremeño que vive un otoño triunfante.

Cuando pase la fiesta de los congresos, lo que quedará paradójicamente es lo más parecido a un hiperliderazgo, con un Fernández Vara en Mérida, en Ferraz e interlocutor leal de Moncloa, sin ruido además en las provincias. Y ese nuevo papel también hay que saber ejercerlo.