¿Qué ha pasado hoy, 7 de febrero, en Extremadura?

Joaquín Parra ha hablado y ha desatado un tsunami con efectos devastadores en el Nuevo Vivero. Todo el mundo se ha puesto nervioso. Y eso que básicamente ha defendido su gestión y contra los actuales mandatarios sólo se ha dirigido en sentido figurado, eso sí, ... provocando una ciclogénesis explosiva con aquello de que huele mal y que no va a parar hasta sacar toda la mierda del club. Algo que, por otra parte, era de sobra conocido desde que pusieron el primer pie en el estadio y ahí están las concentraciones de la afición y las manifestaciones de la anterior plantilla. Tampoco es nadie ahora mismo porque el poder lo ostentan los otros. Pero ese miedo que infunde saca a relucir que algo se esconde ahí dentro y no cuadra bien.

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La lucha ha dejado de librarse en los oscuros callejones de las redes y se ha subido al ring en un pulso para a ver quién puede más con el público expectante de su resolución entre dos púgiles que no ofrecen mucha confianza. Mal panorama. El desenlace se reduce a una cuestión de egos donde solo importa ganar por orgullo y el club es lo de menos.

Ya sabemos que a un lado del cuadrilátero se sitúa un caballo ganador que no concibe la derrota y al otro domina el despotismo de un ser que se cree superior al frente de una maquinaria especializada en arrasar con todo. El futuro pinta mal si la verdadera razón de ser del club tiene que elegir entre dos opciones de dudosa credibilidad y con problemas con la justicia.Y esa vía de escape que siempre es lo deportivo tampoco ayuda. El equipo no transmite, se arrastra por el campo como alma en pena y ha perdido esas señas de identidad que tan bien supo conectar con la grada en los últimos años de garra, coraje y amor propio. No tiene alma. Tampoco un líder al que agarrarse, protector del vestuario y del que sabes que va a morir con las botas puestas. El Nuevo Vivero va a muerte con aquellos que defienden su escudo con honor y orgullo. Con tanto sufrimiento en este último año ha perdido esa ilusión que tuvo su momento de mayor esplendor en la Copa del Rey. De aquello sólo han pasado dos años.

El ángel caído quiere volver a desplegar sus alas y erigirse de nuevo en salvador ante los tejemanejes de la cofradía de la capa. Los custodios del sentimiento blanquinegro piden explicaciones y solo reciben palabrería. Que es una forma como cualquier otra de dar largas sin parecer que te están tomando el pelo. Así desde junio. Nada concreto ni demostrable. Pero ya llega un punto en que la paciencia se agota. Al otro lado del Atlántico no están para mariachis y se prestan a salir de su agujero negro para aclarar todas las dudas esta semana. Veremos.

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Los pájaros no paran de revolotear, el problema es que los que custodian el nido son buitres.

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