Opinión

El mestizaje civilizador como lazo de unión hispano-americano

Tribuna ·

La Virgen de Guadalupe, paradigma mestizo en México, es más honrada por los mexicanos que por los españoles, inclusive por los extremeños

Tomás Calvo Buezas

Catedrático emérito de Antropología de Iberoamérica y Medalla de Extremadura

Viernes, 11 de octubre 2024, 22:59

Mas allá del desplante inaceptable de no invitar al Rey a la toma de posesión de la nueva presienta mexicana, deberíamos conocer el contexto, intentando superar el conflicto, básicamente ideológico y partidista, reforzando los muchos y fuertes vínculos que unen a los pueblos de México ... y España, como son la lengua, la religión y el mestizaje, no solo biológico, sino cultural, cuyo paradigma máximo es el símbolo sincrético de la Virgen de Guadalupe, que debería ser declarado como un bien inmaterial Patrimonio de la Humanidad. Quien haya visitado su basílica en el Tepeyac de México, particularmente el día de su fiesta del 12 de diciembre, o los cultos ese día en cualquier pueblo rural mexicano o en las grandes ciudades de Estados Unidos, como Los Ángeles, comprenderá que la Virgen de Guadalupe es más honrada por los mexicanos que por los españoles, inclusive por los extremeños.

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Obviamente el origen de ese símbolo religioso mexicano viene de España. Hernán Cortés, como muchos emigrantes extremeños que iban a buscar fortuna en las Américas, visitaban el monasterio de Guadalupe, y los misioneros propagaron su devoción. Pero fue recreado, engrandecido y mestizado por el indio convertido Juan Diego, que le dio otra figura hermoseada con rosas y rayos luminosos y un relato nuevo y autóctono. Pero los olvidados y verdaderos pedagogos y fusionadores de ese nuevo paradigma sincrético cultural fueron primero los misioneros, quienes al comprobar la multitudinaria peregrinación de indígenas a un montecito, para adorar a la diosa Tonantzin (en náhuatl «Madre de la Tierra»), resignificaron y renombraron a la diosa con el de Virgen de Guadalupe. Yo he oído a algunas personas de los pueblos originarios decirme que venía a visitar a la Virgen Tonantzin Guadalupe y ese nombre es hoy nombre común de mujeres en México y España, como mi hija. Lo que quiero resaltar es el carácter mestizo y sincrético de este maravilloso patrimonio cultural común entre España y México. Y recordemos algo más. Como lo prueba su nombre, Guadalupe, etimológicamente es un mestizaje de leguas. «Gua» (río de los musulmanes españoles), «da» (de) y «lupe» de lupus (lobo en latín, de nuestros conquistadores romanos). El avance de las civilizaciones casi siempre ha sido resultado de la emigración y del mestizaje enriquecedor de distintos pueblos, culturas y etnias. El progreso de la cultura humana se fundamenta en la progresiva comunicación de bienes, dioses, mujeres y palabras. Y en ese monumento a la recreación cultural mestiza de la Virgen hispano-mexicana de Guadalupe, los protagonistas fueron los misioneros, más que los conquistadores. Hay que dar a conocer y honrar muchísimo más a los misioneros extremeños, cuyo singular ejemplo son los 12 apóstoles de México, que hace 500 años salieron del convento de Belvís de Monroy, con este mensaje de su prior: «No vais a conquistar tierras ni a buscar honores y riquezas, sino a predicar la doctrina cristiana con espíritu franciscano».

Los mexicanos, como también nos pasa los españoles y a cada uno de nosotros, sufrimos contradicciones y esquizofrenias. Para todos los países americanos, su mito nacional fundacional no empieza en el siglo XV con la conquista y colonización española, sino con su independencia y sus libertadores, que son muchísimo más admirados que Cortés y Pizarro. Pues bien, en el caso mexicano, su independencia fue el 15 de diciembre de 1810 en la Iglesia de Dolores lanzado por un cura criollo de sangre española, subido al púlpito, con un estandarte de la Virgen de Guadalupe, primera bandera oficial de la nueva nación mexicana. Y su grito repetido todos en el palacio gubernamental, en todos los pueblitos de México, en las grandes ciudades de Estados Unidos y en las embajadas de todo el mundo, es símbolo de ese laberinto esquizofrénico de amor y odio. El ritual del grito, repetido cada año desde 1810. «¡Viva México! Abajo los gachupines (españoles) ¡Viva la Virgen de Guadalupe!».

Y este laberinto esquizofrénico, magistralmente descrito por Octavio Paz, llega hasta nuestros días y hasta el expresidente de México Andrés Manuel López Obrador y al parido de su nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, nieta de emigrantes lituanos judíos. López Obrador fue el fundador el 2 de octubre de 1211 del nuevo partido de izquierda «Morena», y explicó en su día que le inspiró en darle el nombre a su partido, «la Morena», como se llama coloquialmente en México popular a la Virgen de Guadalupe, la más simbólica herencia española. ¡Una muestra significativa más de ese laberinto esquizofrénico mexicano!

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Pero, por favor, no asociemos la no invitación política al Rey de España, con el pueblo de México ni con otros partidos como el PAN, de centro derecha, como lo prueba la presencia del expresidente Felipe Calderón en Extremadura en el la entrega de Medalla el 7 de septiembre de este año, donde la presidenta de la Junta de Extremadura, María Guardiola, anunció el ilusionante proyecto «Extremestiza».

Tenemos que reconciliarnos con México e Hispanoamérica, buscando lazos comunes de unión fraterna. Y como he escrito muchas veces, en la espada no podemos encontrarnos, pero sí en la lengua, la religión y el mestizaje cultural. «Hay que bajar el conquistador del caballo y ponerle junto a su mujer india e hijos mestizos» (publicó HOY el 5 de mayo 1979 en una entrevista que me hicieron). Finalicemos mejor con palabras de los mismos mexicanos, quienes pusieron esta inscripción su Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, donde Cortés derrotó al último emperador azteca Cuauhtémoc: «No fue triunfo ni derrota. Fue el doloroso nacimiento del pueblo mestizo que es el México de hoy».

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