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La noticia me pareció aberrante, pero no la cuestioné porque la publicaba HOY y la firmaba Rocío Romero: «Militantes socialistas piden al partido el cese ... de Ricardo Cabezas por su opinión sobre el acoso sexual». ¿Y qué opinión manifestó Ricardo Cabezas al respecto? Me atrevo a resumirla: que una denuncia anónima, llena de vaguedades e imprecisiones, no puede poner en un brete a los socialistas pacenses. Si no hay nada detrás, me parece sensata y oportuna la defensa de sus compañeros, porque, si la anónima quiere denunciar, que denuncie, pero saliendo del anonimato y con todas sus consecuencias.
Unas de las prácticas nazis más terroríficas era la de dar credibilidad, sin comprobación alguna, a denuncias anónimas para arruinar a un vecino, a una familia o a un colectivo. Eso permitió la vendetta de muchos desalmados, que usaron semejante monstruosidad para ajustar cuentas, medrar, desprenderse de adversarios o para aprovechar la confusión del momento. ¿Razones para pedir la cabeza de Cabezas? Resulta que una mujer anónima le cuenta a otra que, en una celebración del PSOE, cinco años atrás, un socialista «abusó» de ella, porque tuvieron relaciones sexuales sin usar preservativo. Sin entrar en detalles que añaden poco a lo denunciado y sin cuestionar lo que se dice, con el revuelo que se ha montado por la cara oculta de Íñigo Errejón, creo que es legítimo que el secretario general de los socialistas pacenses reclame claridad en la denuncia, en nombre propio y en el de todos los socialistas presentes en aquel acto, porque, sin concreciones, es verdad que todos están bajo sospecha. ¿Para qué sirve señalar sin fijar y sin dar la cara?
¿Y por eso piden su cese? Sí, por eso piden su cese, pero me gustaría conocer lo que realmente subyace en semejante solicitud, porque me temo, ojalá esté confundido, que aquí se está aprovechando que el Guadiana pasa por Badajoz para desprenderse de un adversario político dentro de la propia familia. Creo que las denuncias deben fundamentarse y que el denunciante tiene que asumir la responsabilidad de lo que denuncia, porque lo contrario es caer en la práctica nazi de permitir el ajuste de cuentas, individual o colectivo. No descalifico lo que está haciendo la señora Fallarás con su página abierta a los posibles atropellos, pero parece exigible que, al mismo tiempo que se señala, se diga quien o quienes sostienen el señalamiento. El feminismo es algo muy serio como para dejarlo al albur de rencillas familiares y no me parece que pedir concreciones ante denuncias graves, sea «señalar a la víctima y liberar al agresor».
Algunos/as creen que lo que se aprueba en el Congreso de los Diputados es la palabra de Dios y que lo que de allí sale, además de legal, es moral, sensato, cívico y progresista. ¡Como la ley del «Solo sí es sí»! ¿Son legales todas las regalías que Pedro Sánchez ha hecho a los independentistas para poder seguir aferrado al Falcon? Legales puede que sí, pero inmorales y repugnantes también. Me parece de dudosa legalidad tomar en consideración denuncias fijadas desde el anonimato, pero aún es peor hacerlo sin un señalamiento concreto, dejando en la cuerda floja a todo un colectivo. Y esa es la cuestión. Es rizar el rizo que sea anónima la denunciante y anónimo el presunto denunciado. ¿Para qué sirve todo esto, además de resucitar una práctica poco recomendable? Ustedes mismas.
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