El reconocimiento de la dignidad inherente a todos los miembros de la familia humana es la base de la libertad, la justicia y la paz en el mundo». Declaración Universal de los Derechos Humanos
Publicidad
Los Derechos Humanos, esas palabras escritas con la tinta de la ... esperanza sobre el pergamino de la historia, deberían ser el lenguaje universal que habla de nuestra dignidad inherente. Sin embargo, ese lenguaje se convierte demasiadas veces en un grito ahogado, en un eco que se pierde en los corredores de la indiferencia. En su esencia, los Derechos Humanos son una promesa solemne: garantizar que nadie, por ninguna circunstancia, sea privado del valor intrínseco de ser humano. Pero, ¿qué ocurre cuando esa promesa se quiebra? ¿Qué dice de nosotros el mundo que hemos construido cuando los derechos no son más que letras sin alma?
Cada 10 de diciembre, desde hace la friolera de 76 años, venimos celebrando el día de los Derechos Humanos y aún no sabemos, ni siquiera, que humanos somos todos.
En este mundo que compartimos, la vulneración de los Derechos Humanos no es una excepción; es una constante. Según cifras de la ONU, más de 80 millones de personas fueron desplazadas forzosamente de sus hogares en 2023, víctimas de conflictos armados, persecución o crisis climáticas. El informe más reciente de Amnistía Internacional destaca que una de cada tres mujeres en el mundo sufre violencia de género. La esclavitud reaparece con otros nombres y rostros, y según la Organización Internacional del Trabajo, 50 millones de personas viven actualmente en condiciones de «esclavitud moderna»; y la Organización Mundial de la Salud informa que más de 13 millones de personas mueren anualmente por causas relacionadas con el medio ambiente, muchas de ellas debido a la falta de acceso a agua potable y saneamiento.
Mientras tanto, en 2023, el gasto militar mundial alcanzó un récord histórico de 2,24 billones de dólares, según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo.
Las cifras siempre hablan, a veces para recordarnos que detrás de cada una están los sueños y las vidas que dejaron atrás una historia de tanto valor como las nuestras; otras para constatar la apuesta de destrucción sobre la construcción de un mundo más justo.
Publicidad
Debemos aprender de nuestros errores históricos, recuerdan monarcas y dirigentes, y está bien que lo hagan porque la contagiosa amnesia siempre comienza por el poder y los errores son muy propios y muy de presente.
Ante este panorama sombrío, podría parecer que estamos atrapados en un ciclo de injusticias interminables. Pero cada acto de resistencia, cada voz que se alza contra la opresión, es una chispa que alimenta el fuego de la esperanza.
Publicidad
Los Derechos Humanos no son una utopía; son una meta hacia la que debemos avanzar con determinación. Cada paso, por pequeño que sea, cuenta. A medida que trabajamos para erradicar las desigualdades, garantizar la justicia y proteger la dignidad humana, estamos construyendo el futuro de los nuestros.
En este viaje habrá desafíos, pero también victorias. Y cada vez que una vida mejora, que una injusticia es corregida, que un derecho es reconocido, recordamos por qué esta lucha importa. Porque al final, los Derechos Humanos no solo hablan de quiénes somos, sino de quiénes aspiramos a ser. Y mientras haya quien crea en esa aspiración, hay esperanza.
Escoge el plan de suscripción que mejor se adapte a tí.
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
El pueblo de Castilla y León que se congela a 7,1 grados bajo cero
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.