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Si existiera una especie de sismómetro que midiese los niveles de indignación de los ciudadanos con los políticos, en estos días se salía por arriba. Hasta quienes siguen muy de lejos la información política se han preguntado esta semana en qué estarán pensando nuestros representantes ... para dedicarse a pactar en la oscuridad mociones de censura y hacer convocatorias de elecciones. ¡En plena pandemia! Con el proceso de vacunación renqueando y con la cuarta ola asomando tras esas curvas de contagios que tan familiares se nos han hecho. Así es, tenemos un panorama sanitario y económico desastroso, pero vamos a complicarlo un poquito más con peleas en el barro por los sillones.
El enfado es general, aunque después cada cual reparta las culpas según sus simpatías o antipatías políticas.
Si nos atenemos al relato cronológico de esta crisis, vemos que todo empezó cuando a Ciudadanos y PSOE (a Inés Arrimadas y a Pedro Sánchez) les pareció una gran idea descabalgar al PP del Gobierno de Murcia con una moción de censura. Sus fontaneros llevaban meses de conversaciones reservadas y el acercamiento fraguó con la maniobra de la moción.
El terremoto de Murcia tuvo su réplica en Madrid cuando Isabel Díaz Ayuso, temiéndose una operación similar en su comunidad, se adelantó a convocar elecciones. Y no se extendió a Castilla y León y Andalucía (o Badajoz, por ejemplo) porque ahí parece que los pactos entre PP y Cs son más sólidos. Después el PP ha hecho fracasar la moción de Murcia convenciendo a diputados de Cs para que se desdijeran y no votaran la moción. Todo bien aderezado de acusaciones de transfuguismo, negociaciones en la oscuridad y sospechas de compra-venta de diputados a cambio de cargo o quién sabe qué. Muy sano para la democracia.
El estrambote político a esta comedia la ha puesto Pablo Iglesias al anunciar que abandona el Gobierno para competir por la Presidencia de Madrid. El vicepresidente se ha colocado la capa del héroe dispuesto a socorrer a la izquierda en apuros y sacrifica su sillón en el Consejo de Ministros para evitar que Madrid sea gobernada por Isabel Díaz Ayuso.
Las especulaciones y apuestas sobre si Iglesias acierta o se equivoca con su salto a Madrid continuarán hasta la misma noche electoral, cuando a la vista de los votos se verá si Madrid ha salvado su carrera o ha supuesto su entierro político. De lo que ya caben pocas dudas es de que el terremoto de Murcia, y sus réplicas, puede ser la muerte de Ciudadanos.
Quizá la moción de censura más contundente contra este ruido político que vivimos la presentaba un ciudadano entrevistado el jueves por el diario La Verdad de Murcia que cuando le preguntó un periodista si estaba siguiendo con interés el debate de la moción le respondió por derecho: menos tonterías y más vacunas. Imposible describir el ánimo de la población en menos palabras y con más crudeza.
Mientras los partidos están dedicados en cuerpo y alma a imaginar la próxima jugada maestra para darle jaque mate al adversario y acrecentar su poder ( y ahí participan todos, de la derecha extrema a la extrema izquierda), la sociedad está a lo que importa: salvar la salud, salvar el negocio, salvar el empleo… Más vacunas, y menos tonterías.
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