Los tres concejales de Cs

Cabezas argumenta que los ediles Carlos Urueña, Hitos Mogena y Lara Montero de Espinosa debían haber roto con Gragera en lugar de mantenerse en su gobierno.

Puede que Ricardo Cabezas tenga razón, desde luego que a muchos nos choca la lealtad de los tres concejales a su alcalde. Pero también es cierto que la crisis de Gragera se ha producido en el peor momento de Ciudadanos, con un enfrentamiento que les ha abierto en canal y sin que en diciembre haya habido nadie con autoridad para llamar al orden a su grupo municipal en Badajoz.

Ciudadanos lleva meses de enfrentamientos internos hasta que este miércoles y jueves eligieron un nuevo liderazgo para sentar las bases de la refundación este fin de semana. Una vez elegida la lista respaldada por Inés Arrimadas, de corte continuista, son más los que esperan una próxima integración en el PP que una reacción por Urueña, Mogena y Montero de Espinosa.

Teniendo la nueva dirección que reflotar el partido, no parece que Ciudadanos tenga en sus tres concejales de Badajoz el mayor de sus problemas. Y menos aún que se enzarcen en un divorcio que solo puede empeorar su tarjeta de presentación en Extremadura.

Como en casi todas las separaciones, dentro del Ayuntamiento hay quien ve que los tres ediles se mantienen en Cs por interés. Esto es para no perder los derechos de grupo municipal. Fundamentalmente, los más de 3.000 euros que reciben todos los meses para su funcionamiento. Pero también puede ser que simplemente estén esperando el devenir del partido con la nueva dirección.

Su calma contrasta con las prisas que tiene Ricardo Cabezas. Pero por mucho que lo reclame el socialista, resulta difícil que Cs pueda abrir expediente a ninguno de los tres ediles.

Estos han mantenido siempre un perfil muy bajo, apenas se han pronunciado sobre el paso de Gragera al PP y no han cuestionado a Cs. Se limitan a cumplir lo que acordaron en el pacto de gobierno, que consiste en liderar una serie de concejalías.

Me sumo a la reprobación moral de que los tres políticos se mantengan bajo un alcalde que ha hecho daño a su partido. Pero eso no significa que sea un argumento para justificar su expulsión.

Como en Badajoz hemos vivido casi de todo, también hemos visto que un partido no tiene todas las de ganar a la hora de expulsar a su gente. Lo comprobamos con el concejal del grupo no adscrito, Alejandro Vélez, quien se presentó por Vox en 2019. Tras un sonado enfrentamiento público, su partido le expulsó, él demandó a Vox, el juez decretó medidas cautelares para su readmisión hasta que tomara una decisión para decir, finalmente, que le tenían que reintegrar. Fue entonces él quien dio el portazo y se marchó.

Si los tres concejales de Cs estuvieran muy enfadados con su alcalde, algo que no transmiten, siempre podrían llamar a Ricardo Cabezas y ofrecer una moción de censura al PSOE. Pero eso, con las elecciones a la vuelta de la esquina, tampoco reportaría beneficios a ninguno. Y, en cambio, sí más inestabilidad a una ciudad que lleva demasiado tiempo sufriendo las consecuencias de una política municipal más preocupada en los intereses de los concejales que en los asuntos de Badajoz.