Cayo Cilnio Mecenas (70-8 a. C.) era un fiel consejero del emperador Augusto, a quien le unían lazos de amistad y camaradería política; era del estrecho círculo imperial junto al yerno de Augusto, Marco Vipsanio Agripa, patrono de la colonia Augusta Emerita, hoy Mérida.
Mecenas destacó por su papel como impulsor de las artes y protector de creadores, no en vano fue descubridor y valedor de los poetas Horacio y Virgilio. Por esta labor generosa y altruista su nombre se ha perpetuado para mencionar a quien protege las artes desinteresadamente.
Helga de Alvear ha sido, en el pleno sentido del término, Mecenas de Extremadura. Su nombre está ligado, de manera indisoluble, a la Extremadura del siglo XXI. El Museo de Arte Contemporáneo Helga de Alvear (Centro de Artes Visuales Fundación Helga de Alvear) es un proyecto que sitúa a la Vanguardia de la creación contemporánea a Extremadura, en particular a la ciudad de Cáceres, Patrimonio de la Humanidad.
Y esta realidad ha sido posible gracias a numerosas instituciones y personas. Helga de Alvear y José Mª Viñuela son los verdaderos padres de esta noble criatura nacida en el seno de la vieja colonia romana de Norba Caesarina. Helga tuvo la generosidad de apostar por nuestra tierra extremeña para legar su colección a futuro, habiendo otros potentes candidatos, pero sin el sabio y cauto consejo de José Mª este proyecto no habría sido tan sólido y potente. Ambos formaban un tándem de apasionados por la cultura. Alrededor de ellos se unieron voluntades que engrandecieron el proyecto, Jose y Toño de Atrio, Tuñón y Mansilla, Mª Jesús Ávila, dentro de una larga lista de impulsores del arte contemporáneo en nuestra tierra que sería prolijo enumerar.
Se ha de destacar que todas las sucesivas administraciones extremeñas creyeran en el proyecto, lo mantuvieran, organizaran e impulsaran. El presidente J. C. Rodríguez Ibarra y sus equipos tuvieron la visión de abrir las puertas a Helga y ejecutar la primera fase, materializando el centro. El presidente G. Fernández Vara mantuvo el testigo y alcanzó a ver la segunda fase. El presidente J. A. Monago, con su equipo de Cultura, del que me honraba formar parte, consiguió estabilizar jurídicamente la colección, adaptar el proyecto a la realidad de los años en crisis y planificar su futura apertura, con dotación y programación para sus nuevas infraestructuras. Una empresa compleja en tiempos complejos que sin consenso y acuerdo no habría fructificado.
Conocía a Helga desde sus primeras visitas al Museo Nacional de Arte Romano con José Mª a finales de los 80. Siempre mantuvimos una estrecha relación, pues si bien nuestros universos culturales distaban veinte siglos, desde la contemporaneidad al mundo antiguo, eran muchas las inquietudes que compartíamos, junto a mi antecesor y esposo, José Mª Álvarez, amigo desde la juventud universitaria de José Mª Viñuela. Mi responsabilidad de la Consejería de Educación y Cultura me permitió tratar más de cerca a Helga y su equipo, y poder avanzar en la materialización de la segunda fase, que pudimos reducir en coste un 50% y lograr darle un asiento jurídico para consolidar la cuantiosa inversión que programamos plurianualmente. Helga siempre apoyó y compartió nuestra gestión y volvió a apostar desinteresadamente por el proyecto asumiendo un notable montante económico.
Era Helga una curiosa mezcla germano-hispana. Su franqueza, lealtad y carácter directo nos unían en el común trato que yo mantenía y mantengo con numerosos colegas e instituciones alemanas. Por ello, en bastante medida, siempre hablamos «el mismo idioma». Recuerdo su comprensión cuando le planteaba la difícil situación presupuestaria de la Consejería, debiendo asumir retos como salvar el Festival internacional de Teatro Clásico de Mérida, la Orquesta de Extremadura o los Patronatos y Consorcios en números rojos. Mi franqueza fue la piedra clave para que ella entendiera mis futuros planteamientos, que pasaban ineludiblemente por modificar un proyecto, legalizarlo y adaptarlo al posibilismo presupuestario.
Helga de Alvear debe ser un ejemplo para las nuevas generaciones. No se prodigan en Extremadura personas e instituciones que apoyen desinteresadamente la cultura, que la patrocinen y mimen como lo ha hecho Helga. Es cierto que hay un notable volumen de aportaciones de empresas y entidades a las obras sociales, siempre necesarias. Pero no es menos cierto que en Extremadura se debe reflexionar colectivamente sobre lo que supone el apoyo a la Cultura. Para la ciudad de Cáceres un centro como el Museo Helga de Alvear es un revulsivo de elevado impacto. Mérida brilla en el mapa por el conjunto Patrimonio de la Humanidad, Museo Nacional de Arte Romano y futuro Museo Visigodo y Festival internacional de Teatro Clásico. Todas y cada una de nuestras ciudades poseen una potente identidad cultural que debe ser preservada y potenciada. El apoyo a la Cultura tiene un enorme retorno, y ahí está un ejemplo como Málaga, ciudad que ha abanderado la cultura y que se ha transformado de manera impensable hace años.
Nuestro más sincero agradecimiento a Helga Müller de Alvear, esta singular mujer hispano-germana que amó, y lo demostró con hechos, a Extremadura apostando por su futuro. Mi emocionado recuerdo en su despedida. Te deseo como en Roma deseaban a los que se iban: «Que la tierra te sea ligera».
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