
Apreciamos su predicamento, Sr. Bond
Camino a Ítaca ·
Troy Nahumko
Sábado, 23 de noviembre 2024, 08:06
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Camino a Ítaca ·
Troy Nahumko
Sábado, 23 de noviembre 2024, 08:06
El asfalto recién echado se extendía desde Bakú hasta el pardo desierto de Gobustán como una tira de cinta aislante que se adhiere en vano ... a la superficie de un cajón de arena. Su propia novedad era una declaración política contra el paisaje lunar antediluviano, con sus volcanes de lodo borboteantes que se extendían desde las lunas del autobús. Era lunes por la mañana y los técnicos petroleros escoceses sentados a mi alrededor hablaban de su fin de semana en una lengua común que apenas entendía.
Los vimos antes incluso de oírlos. Unas impresionantes tormentas de polvo se levantaron cuando un par de helicópteros Apache pasaron zumbando seguidos de dos helicópteros de transporte. Uno de ellos aterrizó en medio de la autopista y descargó un pelotón de tropas que bloqueó la carretera. El secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, se encontraba visitando la terminal de gas a la que nos dirigíamos.
Hoy no íbamos a trabajar. La geopolítica se había cruzado literalmente en nuestro camino en los páramos de Azerbaiyán.
Hace 20 años que ese gasoducto abrió el flujo de gas desde el Caspio. En aquel entonces esa autopista era la única carretera nueva que se había construido, por no decir repavimentado, desde que la URSS se había derrumbado unos 15 años antes. Ahora, tras 20 años de ingresos por el gas, la petrociudad situada en la península en forma de dedo que se adentra en el mayor mar interior del mundo parece Dubái.
Sus riquezas petrolíferas también han contribuido a consolidarla como potencia regional, proyectándola a la escena internacional al acoger grandes acontecimientos como el Gran Premio de F1 de Azerbaiyán o la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
El autocrático presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, tomó las riendas de la pequeña nación exsoviética hace más de 20 años de manos de su padre, Heydar Aliyev. Fue este un alto cargo del KGB que se transformó en un hombre fuerte de Asia Central al estilo Bond. De los que tienen tanques de tiburones en sus lujosos despachos y disfrutan hirviendo en barriles de aceite a opositores y periodistas.
Su hijo ha moderado algunos de esos excesos, pero sigue manteniendo un férreo control sobre el país, lo que ha llevado a la OSCE a afirmar que las recientes elecciones parlamentarias «no ofrecieron a los votantes alternativas políticas genuinas».
Esta semana, Aliyev dijo a los líderes mundiales reunidos en la COP29 que el gas natural era un «regalo de Dios» y que no debía culparse al país por sacarlo al mercado. A continuación, denunció a los hipócritas gobiernos occidentales que compran su gas y, al mismo tiempo, le amonestan por incendiar el planeta: «Por desgracia, el doble rasero, la costumbre de sermonear a otros países y la hipocresía política se han convertido en una especie de 'modus operandi' para algunos políticos, ONG controladas por el Estado y medios de comunicación de noticias falsas en algunos países occidentales».
En un país donde las elecciones están controladas y amañadas, no se puede culpar al azerí medio por tener como líder a un negacionista del clima, pero para los que supuestamente tenemos elecciones libres y justas, ¿cuál es nuestra excusa?
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