
Cerrados a una lista
Troy Nahumko
Sábado, 13 de mayo 2023, 08:15
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Troy Nahumko
Sábado, 13 de mayo 2023, 08:15
La democracia es para mí una palabra de libro de texto. Es algo que he aprendido y que hasta cierto punto comprendo. Pero también es ... algo en lo que rara vez he podido participar. Esto se debe a que durante la mayor parte de mi vida adulta he vivido en el extranjero, exiliado políticamente por los dos países para los que tengo pasaporte.
Tanto Canadá, mi país de nacimiento, como el Reino Unido, la tierra natal de mi padre, desconfían de los emigrantes de larga duración. En una medida especialmente mezquina y vengativa, ambos países revocan el derecho de voto tras sólo cinco años viviendo en el exterior.
Aquí en España, mis opciones de voto han cambiado recientemente. Aunque puedo votar en las municipales, gracias a un acuerdo bilateral entre España y el Reino Unido, las autonómicas y, algo más comprensible, las nacionales siguen estando fuera de mi alcance. Antes podía elegir en las europeas, pero eso fue antes de que el Reino Unido enloqueciera y cometiera harakiri comunitario con el 'brexit'.
El derecho a elegir es vital en cualquier Estado que tenga pretensiones de ser moderno y progresista. Las oscuras décadas en las que no se podía expresar ninguna alternativa han quedado atrás, afortunadamente, y España es ahora uno de los países más libres del mundo. Pero incluso para aquellos que pueden votar aquí, ¿cuánta voz tienen realmente a la hora de elegir quién representará sus intereses? ¿Puedes poner nombre y cara a la persona que defenderá lo que es mejor para ti?
La respuesta es... complicada.
Y es que España, junto a una dudosa lista de países entre los que se encuentran Argelia, Burkina Faso, Togo o Turquía, tiene un sistema de votación por listas cerradas. Un sistema en el que los votantes son libres de votar a los partidos políticos, pero en el que no tienen ninguna influencia en el orden proporcionado por los partidos en el que se eligen los candidatos de los partidos. Esto significa que el orden de los candidatos elegidos lo fija el propio partido y los votantes no pueden expresar su preferencia por un candidato concreto.
Los candidatos mejor situados en esta lista tienen más posibilidades de obtener un escaño en el Parlamento, mientras que los candidatos peor situados en la lista cerrada no lo consiguen. Esto crea una atmósfera aduladora dentro del partido en la que la lealtad de los candidatos está más con el partido que con el pueblo. Un partido cuyos intereses generales pueden estar en conflicto con los del electorado.
El actual saqueo de nuestros embalses por parte de Iberdrola o la impopular propuesta de una mina de litio a escasos 2 kilómetros del núcleo Unesco de Cáceres y sobre su acuífero son claros ejemplos de estas posturas enfrentadas.
Los partidos políticos pueden ser mecanismos útiles para agrupar a personas que comparten ideologías y creencias similares, pero cuando se convierten de facto en entidades empresariales más interesadas en sus propios intereses que en los del electorado, se impone seriamente un cambio.
Si pudiera elegir, me gustaría poder elegir al individuo que actúa en mi nombre y no a una corporación política cuyo instinto es su propia supervivencia.
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