¿Qué ha pasado hoy, 23 de abril, en Extremadura?

Me senté a esperar el fin del mundo en el taburete de un bar, a 200 kilómetros de la costa, en las aguas turquesas del ... Caribe. Los cuatro jinetes, en forma de huracán, se dirigían hacia mi pequeña isla situada a menos de un metro sobre el nivel del mar, en la cola de los Cayos de Florida. Tras varios días dirigiéndose hacia otra parte, la tormenta había dado un giro caprichoso de última hora y ahora venía directa hacia nosotros. Como no había tiempo para salir, no se pudo dar ninguna orden de evacuación. Lo único que nos quedaba era sentarnos y esperar.

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La cuestión es que esto era Florida y los lugareños ya habían pasado por esto muchas, muchas veces. Todo el mundo había hecho lo que podía para prepararse. Las bañeras estaban llenas de agua y tenían suficiente agua embotellada, provisiones enlatadas y baterías para esa máquina arcaica llamada radio que les duraría varios días.

Una vez hecho todo lo posible, lo único que quedaba era observar. Algunos pasaban el tiempo rezando mientras que otros, como yo, engordaban su cuenta en el bar pensando que tal vez nunca tendrían que pagarlas. Era muy posible que el bar apareciera flotando en las costas de las Bahamas en los días próximos.

Se había alertado a todo el mundo y facilitada información desde todos los niveles de la administración. Ahora era el ciudadano el que debía decidir si seguirla o no. Los que decidieron no hacer caso a las advertencias eran candidatos números uno a los premios Darwin, pero esa era su elección.

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La cuestión es que se les dio esa opción.

El drama actual de Valencia es catastrófico. Una vez más, la Madre Naturaleza ha dejado muy claro que está cambiando y que no está nada contenta con ello. La sabiduría local que una vez sirvió para mantener a salvo a la gente ya no es válida para un mar que se calienta. Hay que imaginar modelos totalmente nuevos y poner en marcha nuevos protocolos para hacer frente a esta nueva realidad. Las gotas frías de nuestros abuelos ya no son como las nuestras.

El reto mortal es que hay quienes, por razones económicas, políticas y/o religiosas se niegan a aceptar esta nueva normalidad. En Valencia, la Aemet llevaba días emitiendo avisos, pero el gobierno regional prefirió ignorarlos hasta que fue demasiado tarde. Esto ha costado muchas vidas.

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Este desastre ha demostrado que la derecha y la extrema derecha elegirán sus propios intereses por encima de los que los que gobiernan. No sólo eso, sino que además mentirán descaradamente e intentarán cubrir sus huellas con bulos, aunque haya constancia escrita y sonora de que no son ciertas.

Por eso el conocimiento y la información se han vuelto esenciales. Ante tanta desinformación, hay que hacer esfuerzos no partidistas para educar a la gente sobre cómo mantenerse a salvo y sobrevivir a las secuelas. Igual que se hace en lugares como Florida.

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En cuanto al huracán, una vez más dio un giro caprichoso y lo único que nos quedó fue una resaca importante, una cuenta de bar escandalosa y saber qué hacer la próxima vez. Porque sí, habrá una próxima vez.

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