Ya estamos otra vez en esa época del año en la que todos los pueblos de la región se preparan para sus fiestas estivales. Y ... hoy tendrá lugar una que engloba a toda la comunidad. Es la bianual, o más bien anual, fiesta de Sísifo de la futilidad.

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Es una fiesta que recrea el mito en el que Sísifo es condenado a hacer rodar una piedra colina arriba para, una vez arriba, vuelva a rodar colina abajo, teniendo que repetir incesantemente esta inútil tarea para toda la eternidad.

En lo que quizá sea la mayor pérdida de tiempo y energía que produce este país, hoy miles de opositores se presentan con la esperanza de conseguir una de las pocas plazas que se ofertan cada año.

Y no tiene ningún sentido.

Sin embargo, es algo tan aceptado por la comunidad educativa, que estos exámenes son algo parecido al sol que sale por el este, algo inmutable, inalterable y permanente.

Pero en pocos países del mundo los sistemas públicos eligen a sus profesores así. En otros países, como en mi Canadá natal, los profesores son elegidos por su capacidad para enseñar, no por su capacidad para memorizar 69 temas, muchos de los cuales no tienen absolutamente nada que ver con la enseñanza.

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En otros países, los profesores se presentan a los puestos de trabajo como lo harían para cualquier otro empleo y se les contrata si la escuela considera que encajan en el puesto o no. Y después de un periodo de prueba si no son los adecuados, se les pide que se vayan.

Pero aquí en España los profesores no son elegidos por sus méritos o su capacidad como docentes; se les elige por su capacidad para memorizar. Si tomamos como ejemplo el temario de inglés de secundaria, algunos de los temas más inútiles incluyen la conquista normanda, el desarrollo socioeconómico de Gran Bretaña en el siglo XVIII o la evolución histórica de los Estados Unidos.

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Esto significa que la persona elegida para enseñar a nuestros hijos puede haber sido capaz de memorizar los nombres de todos los presidentes de Estados Unidos, pero solo tener un tenue conocimiento de cosas como la teoría de la adquisición de segundas lenguas, cómo motivar a los adolescentes o incluso tener vocación de profesor. Sin embargo, una vez que aprueban el examen tienen trabajo para toda la vida. Es como si la administración estuviera en desacuerdo consigo misma, al no confiar en sus propias universidades para formar adecuadamente a sus futuros profesores.

Incluso si aprueban el impracticable examen, puede que ni siquiera consigan una plaza y el pedrusco ruede colina abajo. En lugar de dedicar su tiempo y energía a la formación, la tutoría, la planificación de las clases o el trabajo para convertirse en mejores profesionales, estos pobres sísifos están condenados a volver a estudiar estos temas inútiles para su próxima oportunidad en el examen, y perder una década o más que podrían haber empleado mejor en intentar convertirse en mejores profesores.

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Si la administración está realmente interesada en mejorar nuestro sistema educativo, es hora de dejar de obsesionarse con el currículo y analizar en profundidad cómo se elige a quienes lo imparten.

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