
El gran desmadejamiento
Las viejas fuerzas del fascismo han regresado, prometiendo respuestas simples a problemas complejos
Troy Nahumko
Viernes, 28 de marzo 2025, 23:25
Secciones
Servicios
Destacamos
Troy Nahumko
Viernes, 28 de marzo 2025, 23:25
Por un momento hasta parecía que habíamos ganado. El fascismo era una lección que no se enseñaba (en las escuelas), y la democracia liberal era ... lo que se llevaba en todos los países guays. Confundimos la marea baja con el final. Pero la historia no funciona así. Ahora, mientras las aguas regresan, el PP se prepara para borrar leyes de memoria, pervertir tumbas y fingir que el pasado nunca sucedió.
Nuestros vecinos los franceses, tan refinados, tan condescendientes, miran las democracias en descomposición a su alrededor y dicen: «Quizá deberíamos recuperar la Estatua de la Libertad». Y quizá debieran. A este ritmo, alguien la venderá como chatarra antes de que termine el mandato de Trump.
En los primeros años del milenio la ilusión del progreso era embriagadora. El gran atraco bancario expuso a los farsantes que habían secuestrado la economía global, y pensamos que algún día habría justicia. Llegaron líderes guapos con pelazo prometiendo reconstruir lo que había sido destripado. Obama nos dijo: «Sí, podemos». Trudeau sonrió: «Porque es 2015». Bergolio redescubrió el Sermón de la Montaña. Aquí, en España, Pedro 'El guapo', como le nombraba extasiada la CNN, hablaba idiomas y no nos recordaba a Torrente. La esperanza era una marca, y la compramos al por mayor. Pero la trampa ya estaba ahí. Unos pocos sacrificios simbólicos para que el sistema permaneciera intacto y los ricos se hicieran más ricos.
El progresismo se tornó en ensimismamiento. La justicia económica pasó a un segundo plano frente a pruebas de pureza lingüística. Las calles se vaciaron y las hordas de Twitter tomaron el control. Los pronombres sustituyeron a las pensiones. Y 'El guapo' compartió cama en Waterloo, entregando el país a independentistas cuya xenofobia haría sonrojar a Orbán. Y mientras la izquierda se fracturaba, la extrema derecha afilaba sus cuchillos.
Nunca se marcharon, solo habían rebautizado su imagen. Las viejas fuerzas del fascismo han regresado, prometiendo respuestas simples a problemas complejos. Los multimillonarios no eran el enemigo, son los patrocinadores. ¿Para qué perder el tiempo con la democracia cuando la autocracia obtiene resultados más rápidos? Los oligarcas rusos y los petro-príncipes ya no son parias, sino el modelo a seguir.
Ahora los estragos están por todas partes. Los servicios públicos están colapsados mientras discutimos sobre políticas de identidad. Las aguas suben, ahogando a 227 personas, no por la austeridad o porque un presidente disfrute de una sobremesa ilícita, sino, según nos dicen, por culpa de los inmigrantes. Si la democracia significa carteras vacías y saqueo corporativo, tal vez, solo tal vez, el seis veces campeón de la bancarrota y sus homólogos españoles, envueltos en banderas y acunando crucifijos, tengan la solución. Ahora se desarrolla la verdadera catástrofe. Puedes subir a la Estatua de la Libertad, entrecerrar los ojos hacia el horizonte y, si tus ojos aún te lo permiten, ver dónde alcanzó el progreso su cresta de la ola antes de volver a caer al abismo. Los lobos tienen hambre y la pesadilla que creíamos muerta está despierta, rabiosa y sonriente. El aire está impregnado del acre hedor de los derechos que se queman.
Los lobos ya están aquí. La pregunta es: ¿aún nos acordamos de cómo luchar?
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Los libros vuelven a la Biblioteca Municipal de Santander
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.