
Love Actually
Camino a Ítaca ·
Troy Nahumko
Viernes, 6 de diciembre 2024, 23:18
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Camino a Ítaca ·
Troy Nahumko
Viernes, 6 de diciembre 2024, 23:18
Es algo que puedo asegurar no haber oído decir jamás en todas mis andanzas, al menos fuera de Japón. Es algo tan estrafalariamente improbable que ... antes esperaría que alguien dijera que disfruta masticando cristales rotos.
Pero, ¿esto?
Cierto, la frase podría oírse en el contexto de alguien que se refiere a otros, pero desde luego nunca a sí mismo. Probablemente en el contexto de alguien que quiere algo, no puede conseguirlo o cuando se refiere despectivamente a las personas a su cargo. Pero nunca he oído a nadie pronunciar con pesar la frase: «Tengo demasiadas vacaciones».
No hay, ni ha habido nunca, una lucha para reducir el número de días festivos que tanto ha costado conseguir. No hace falta el fantasma de las Navidades pasadas para recordarnos que las vacaciones no se ofrecían voluntariamente, sino que era algo por lo que se debía luchar.
Y es con estas obviedades en mente que me pregunto, ¿dónde está esta «guerra contra la Navidad» que la extrema derecha afirma fervientemente estar en marcha? ¿Dónde están exactamente esas hordas bárbaras que están arrancando los millones y millones de luces LED que iluminan todas y cada una de las ciudades, pueblos y aldeas desde Málaga hasta La Coruña? ¿Dónde están las huelgas generales y las muchedumbres de obreros exigiendo poder trabajar el día 25? ¿Dónde están esos locos de izquierdas que supuestamente quieren acabar con la Navidad?
Sin embargo, a pesar de la total falta de pruebas, todos los años escuchamos el mismo quejido agudo procedente de la parte derecha de tu pantalla. Rechina en el oído como el de una puerta que chirría o, más exactamente, el de un niño malcriado al que le quitan algo. En su persecución imaginaria, se arrojan a sus piras de inmolación autoconstruidas, se desgarran las vestiduras y afirman que se les ataca por sus creencias.
Los que antes inmolaban herejes y aplicaban la pera de la angustia a los blasfemos se quejan de que cada vez se usa menos la palabra Navidad. Su lamento es que ya no controlan la narrativa. Se afligen porque su mito de la creación ya no se impone como un hecho a los niños desprevenidos en las escuelas, aunque los belenes sean casi omnipresentes en todo el país.
La presidenta divorciada de Madrid, que apoya alegremente el genocidio que está teniendo lugar contra musulmanes y cristianos por igual en Gaza, alegó recientemente que se estaba cancelando la Navidad. Vestida con su jersey navideño de comedia romántica americana, se lamentó de cosas como el hecho de que los científicos que no tienen nada que ver con la tradición cristiana utilicen ahora términos como BCE y CE, privando así, según ella, a los cristianos de su derecho divino de poner su sello en la historia registrada.
Al igual que los romanos se lamentaron cuando su amada Saturnalia fue sustituida por la anémica celebración cristiana, con su imagen festiva de un hombre torturado, renunciar a los privilegios nunca es fácil. Políticos oportunistas como Ayuso siempre intentarán crear polémicas de falsa bandera donde no las hay.
Así que, sea lo que sea lo que celebréis al llegar el solsticio, disfrutad de las fiestas, y feliz Navidad.
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