
Mal de muchos...
Camino a ítaca ·
Troy Nahumko
Sábado, 25 de mayo 2024, 08:03
Secciones
Servicios
Destacamos
Camino a ítaca ·
Troy Nahumko
Sábado, 25 de mayo 2024, 08:03
Las únicas fotos que faltaban eran las de Donald Trump, Vladimir Putin, Benjamin Netanyahu y Darth Vader. El resto era literalmente un quién es quién ... de la fachosfera mundial. Era un evento que prometía actuaciones de los jinetes y, sorprendentemente de mujeres, del inminente apocalipsis antiliberal.
Fascistas bien conocidos como el desquiciado presidente de Argentina, Javier Milei, la gran dama de los ultraconservadores franceses, Marine Le Pen, una aparición televisada de la primera ministra italiana admiradora de Mussolini, Georgia Meloni, el sionista islamófobo y ministro de Asuntos de la Diáspora de Israel, Amichai Chikli, el añorante de Salazar del vecino Portugal representado por el líder de Chega, André Ventura, cuyas medidas propuestas son un plan específico de confinamiento para las comunidades romaníes y el anfitrión local, el hombre que nunca ha tenido un trabajo fuera de la administración pública, Santiago Abascal. Todos presentes para compartir sus ideas neofascistas y su odio a la democracia liberal occidental.
Era un evento que prometía convertir el Palacio de Vistalegre de Madrid en la zona cero de los diferentes movimientos neofascistas globales. Cada uno con su libro sagrado específico bajo el brazo, desde Atlas Shrugged de Ayn Rand, la Biblia autorizada por Trump, la Torá y 'Mein Kampf', se relacionaron con los afines.
Cabe preguntarse qué puede atraer al mismo escenario a personas con ideas tan dispares, desde negacionistas a ultranza del Holocausto hasta sionistas acérrimos. Pero, aunque difieran en ciertas ideas, lo que todos comparten es la creencia común y profundamente arraigada de que algunas personas son intrínsecamente mejores que otras.
Ya se trate de la ilusoria raza hispana de Abascal, o del pueblo elegido de Chikli con una escritura de propiedad de la tierra concedida directamente por un dios del cielo celestial, cada movimiento depende de un chivo expiatorio para su existencia. Puede que muchos de ellos ni siquiera apoyen nada, o al menos tengan propuestas coherentes, pero lo que todos comparten es la idea de que «el otro» es el culpable de todos los problemas del mundo.
Prometen que la vida sería mejor si no fuera por esa comunidad marginada, ya sean musulmanes, homosexuales y transexuales, científicos, ateos, romaníes y, sí, incluso judíos. Y ya sabemos dónde condujo eso en su día, salvo a los negacionistas del holocausto, claro. Es difícil comprender qué puede llevar a alguien a apoyar opiniones tan desagradables y tóxicas, hasta que hablé con uno de sus partidarios y me explicó su razonamiento y su nueva fe. Se trataba de alguien que tradicionalmente había sido de izquierdas, pero que sentía que ya no le representaban.
La izquierda había abandonado su propósito central de mejorar los derechos de los trabajadores, reducir la jornada laboral, aumentar los salarios, mejorar la educación y la sanidad y, en su lugar, había abrazado las guerras culturales sobre cuestiones que en realidad sólo afectaban a una minoría muy pequeña de personas y no tenían ningún efecto sobre él. La vida no mejoraba.
Fue entonces cuando dijo lo más escalofriante. «Si la economía y la vida no mejoran para mí, no quiero que mejoren para nadie y por eso les apoyo». Esas son palabras nihilistas de las que los jinetes definitivamente pueden alimentarse.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.