
Para que no olvidemos
Troy Nahumko
Viernes, 2 de febrero 2024, 23:09
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Troy Nahumko
Viernes, 2 de febrero 2024, 23:09
Lo que más me impactó no fue la sala llena de zapatos ni el pelo de las cabezas rapadas de las víctimas en la sala ... contigua. Tampoco fue el infame letrero sobre la entrada que afirmaba cínicamente que el trabajo les hará libres. Lo que recuerdo con más impresión es el tamaño del lugar.
Era enorme.
La solitaria vía férrea que conducía a la torre de vigilancia le daba la impresión de una ciudad y de hecho eso era, una ciudad de muerte. Fueron las dimensiones del campo de exterminio de Birkenau las que me provocaron náuseas.
También me planteó dudas. ¿Por qué seguía existiendo? ¿Por qué habían decidido crear un museo en torno a un lugar donde murieron más de un millón de personas, un lugar de tanto dolor?
Y entonces me di cuenta de que, por muy desagradable que pueda ser la experiencia, era esencial que siguiera siendo visible para que no olvidemos. La memoria es crucial para no repetir las atrocidades. Sin ella estamos condenados a repetir errores pasados, una perspectiva ciertamente aterradora.
Pero lo que resulta aún más aterrador que el olvido es cuando se intenta activamente blanquear e incluso negar los horrores del pasado. Los negacionistas del Holocausto, los supremacistas blancos y los simpatizantes del fascismo ya no son una pequeña franja de la población, sino un fenómeno internacional cada vez más extendido.
Desde los partidarios de Trump que afirman que la esclavitud no fue algo tan horrible, hasta Milei que cuestiona la realidad del terrorismo de Estado bajo la dictadura fascista en Argentina, pasando por los partidarios de Meloni que exhiben abiertamente bustos de Mussolini y la afición de Abascal por la dictadura nacionalcatólica aquí en España, estos nuevos arquetipos políticos neofascistas aspiran a destruir la democracia desde dentro de las instituciones democráticas.
Estas nuevas cepas de populismo difieren ligeramente de un país a otro, pero también comparten muchos de los mismos rasgos. Se caracterizan por ataques a los contrapesos y salvaguardias, intolerancia de la prensa libre, descreimiento en la ciencia y culto a la personalidad. Estos nuevos populistas de extrema derecha hacen de la intolerancia el centro de su política y una legitimación ideológica de las dictaduras.
En las comunidades en las que los ultraderechistas se han acogido a coaliciones con el PP, uno de sus primeros movimientos es invariablemente intentar tumbar las leyes de memoria histórica, leyes que precisamente se pusieron en marcha para no olvidar. Extremadura no es distinta. A instancias de sus socios de coalición de extrema derecha, el PP promueve una nueva ley de concordia que diluya y blanquee el golpe de Estado y los consiguientes crímenes de la dictadura.
La ideología fascista se basa en la noción de que algunas personas de la sociedad son mejores que otras. En su núcleo está la creencia de que hay un grupo selecto, o raza, que está por encima del resto. En la Alemania nazi eran los arios, mientras que aquí sus partidarios glorifican una mítica raza hispana. Si no se cuestiona, este blanqueamiento y normalización de las ideas fascistas se vuelve terriblemente peligroso. Los que recorrieron aquella solitaria vía de tren en aquel campo nos gritan que nunca olvidemos.
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