Oro parece…

Entonces, para su asombro, entre la nieve se produjo el desfile más magnífico jamás presenciado. Primero llegaron los faroleros, cuyas luces de papel proyectaban charcos de resplandor sobre la blancura. Tras ellos desfilaban filas de samuráis con las relucientes empuñaduras de sus espadas. Les seguían los músicos, cuyas flautas emitían hechizantes notas en el aire invernal. A continuación, llegaron los regalos: cajas lacadas atadas con seda, cuyo contenido valía más de lo que un granjero vería en mil vidas. Y allí, en el centro, se movía la novia, con su kimono de boda tan fino que parecía flotar sobre la nieve.

Mientras Tadahiro dejaba pasar a la comitiva, su viejo amigo Taro se topó con la escena. Lo que siguió fue uno de esos momentos en los que la propia realidad parece desgarrarse a lo largo de sus costuras. Porque donde Tadahiro veía nobleza y esplendor, Taro sólo veía una tropa de zorros correteando por la nieve con ramitas en la boca.

«¿Has perdido el juicio?», Taro reclamó, y luego murmuró, viendo a su amigo reverenciar profundamente: «¡Sólo son zorros!».

Las duras palabras de Taro actuaron como un hechizo rompedor. En un instante, la magnífica procesión se disolvió como nieve derretida, dejando sólo una hilera de zorros trotando por la nieve, portando nada más que palitos que la mente encantada de Tadahiro había transformado en todos los atavíos de una boda noble.

Las leyendas kitsune japonesas nos recuerdan que a veces el velo que separa los mundos es tan fino como un copo de nieve, y que la realidad misma puede depender por completo de quién mire.

Estos traviesos zorros siguen teniendo el poder de embrujar. Hace poco, las ramas de sus bocas deletrearon un titular en The Economist: «España muestra a Europa cómo seguir el ritmo de la economía de EE UU». A continuación, la clasificaba como la economía con mejores resultados de la OCDE.

Sin embargo, aunque The Economist no es precisamente conocido por ser radicalmente de izquierdas, los embrujados comentaristas se creyeron a rajatabla la patraña que les había soltado la prensa conservadora española. Aseguraban que el país estaba a dos pasitos de convertirse en una dictadura maoísta en bancarrota.

Su sesgo de confirmación simplemente no les permitía ver a los zorros por lo que eran. No veían a un grupo de multimillonarios y a sus malvados lacayos moviéndose abiertamente para destripar el Estado del Bienestar. En lugar de ver cosas como la motosierra de Milei como lo que es, una herramienta diseñada para quitarles las pensiones, la sanidad y la educación públicas y acabar con los límites a la jornada laboral o los salarios mínimos, veían una varita mágica que iba a hacerles también ricos. Igual que el 'currante' Abascal y sus amiguitos patriotas.

¿Qué fue lo que murmuró Taro para romper el hechizo?