
Amenudo me pregunto cuántas veces María Guardiola repasa una y otra vez en su mente ese momento crucial de su vida. Ese momento en el ... que, de la noche a la mañana, pasó de ser una pequeña figura marginal en la escena política nacional a convertirse en noticia de primera plana por decir, al menos lo creímos entonces, lo que pensaba.
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¿Acaso esas palabras tan vigorosamente comunicadas que supuestamente demostraban sus valores se reproducen en bucle continuo en sus sueños? ¿O necesita recurrir a ayuda farmacéutica solo para conseguir unas horas de sueño ininterrumpido? Esto después de que se viera tan poco ceremoniosamente obligada a tragarse sus palabras e ir en contra de todo lo que había prometido y aceptar la línea que le mandaban desde Madrid. ¿Acaso meterse en la cama con los nuevos camisas azules hacía las noches complicadas?
¿Ver todos los días en su Gobierno a quienes niegan la violencia de género no le produce cierto mareo? Cuando piensa en la palabra «deshumanizar», ¿piensa en todos los que se han instalado recientemente en la región procedentes de Canarias y en la vil retórica que el partido de ultraderecha ha vertido contra ellos?
¿Qué pasa con todas esas batallas culturales que ella juraba haber superado? ¿La persiguen cual fantasma de Dickens cada vez que sus socios abren la boca? ¿Se encoge cada vez que sus socios de coalición dan una rueda de prensa, preocupada por cuántas de sus palabras condenatorias se hacen realidad?
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Luego están los derechos por los que las mujeres han luchado tanto y que ella afirmó en su día que eran inalienables, como el derecho al aborto. ¿Hablaba en serio cuando dijo lo de las líneas rojas o también las va a poner sobre la mesa cuando necesite el apoyo de los neofascistas?
Un suceso reciente en Cáceres podría arrojar algo de luz sobre lo que podría ocurrir en el futuro. Todo ocurrió cuando el partido de ultraderecha consiguió sacar adelante en un pleno una moción con un evidente sesgo ideológico contra el aborto. Como el alcalde Rafa Mateos necesita el apoyo del partido verde para que voten a favor de los presupuestos de 2024, el PP, en minoría, optó no por abstenerse, sino por votar a favor de una medida que parecía arrancada de la publicidad antiabortista que se moldea en las entradas de las iglesias (o en la puerta de las clínicas abortistas).
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En la moción se instaba a «el apoyo a la vida a través de información concreta impartida por expertos en la materia, impulsando un área específica de divulgación sobre la realidad del aborto y sus secuelas, con conferencias y charlas en institutos y focalizadas hacia adolescentes».
Lo que lleva a preguntarse si quienes creen fervientemente que el todopoderoso dios del cielo se enfadará por colocar una funda de látex sobre el pene o que una niña beduina quedó milagrosamente embarazada de una paloma hace tantos años pueden considerarse realmente expertos en el ámbito de la salud reproductiva.
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Afortunadamente, el ayuntamiento tiene poco o ningún control sobre la educación, pero esta intrusión de ideología tan cavernícola presagia lo que podría ocurrir a nivel regional. Que Darwin nos coja confesados.
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