
¿Qué es ese ruido?
Consciente o inconscientemente, lo que preparan los profesores son opositores
Troy Nahumko
Sábado, 23 de diciembre 2023, 09:34
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Troy Nahumko
Sábado, 23 de diciembre 2023, 09:34
El ritual de autoflagelación ha comenzado una vez más. Los ecos de los latigazos resuenan por todo el país, desde las salas de profesores pasando ... por los más altos despachos del Ministerio de Educación, mientras esta devota práctica de la autocrítica sigue su curso.
Los resultados de la prueba PISA se han publicado y muestran que España ha obtenido sus peores resultados desde que comenzaron las pruebas allá por el año 2000. En esta octava edición de la prueba global han participado 690.000 estudiantes de 81 países. Las pruebas se realizaron, con un año de retraso debido a la pandemia, por lo que la más reciente de las interminables leyes educativas no había entrado plenamente en vigor.
Una vez más, el defectuoso sistema educativo español demostró que los cambios de escaparate hacia un sistema educativo más basado en las competencias no han marcado la diferencia. La ley puede haber cambiado y seguramente volverá a cambiar, pero lo que está ocurriendo en las aulas de todo el país no lo ha hecho.
Los resultados han provocado una loca carrera por echar culpas. En Cataluña llegaron incluso a soltar una excusa xenófoba: que los inmigrantes estaban sobrerrepresentados.
En esta edición el formato de la prueba volvió a cambiar para basarse aún más en las competencias, que exigen a los alumnos un mayor esfuerzo de razonamiento y relación de conocimientos para aplicarlos a la resolución de problemas de la vida real, lo que sin duda también pasó factura a los resultados.
La comprensión lectora es una de las competencias más básicas, no porque lo diga la OCDE, sino porque es el peldaño esencial para otros aprendizajes. Esto significa que trabajar con competencias en lugar de la simple práctica mecánica en clase y la abrumadora carga de deberes que reciben los niños españoles es el camino a seguir. El excesivo enfoque en el aprendizaje memorístico, tan común en las aulas españolas, ha superado con creces su fecha de caducidad.
Sin embargo, mientras resuenan los sonidos de la lamentación se niegan a reconocer la verdadera raíz del problema. Es casi como si los 'picaos' de San Vicente (La Rioja) o los musulmanes chiíes de Irak que siguen practicando la autoflagelación se despertaran un día y empezaran a flagelarse solo para darse cuenta de que se habían equivocado de día en el calendario. No han entendido nada.
Se pueden hacer todos los cambios que se quiera en la ley, pero si no se cambia uno de los pilares fundamentales, nunca se producirá un cambio real: el elefante en la habitación sigue siendo las oposiciones, la forma en que se elige a los empleados públicos.
No hay nada más medieval y menos competitivo que el sistema de exámenes públicos de España, y su presencia se puede sentir en todos los niveles de la educación, desde primaria hasta la universidad.
Consciente o inconscientemente, lo que preparan los profesores son opositores.
No se puede pretender que los profesores crean y apliquen una educación basada en competencias cuando su propia carrera profesional surgió gracias a un examen en el que simplemente tenían que memorizar y vomitar una serie de temas.
Hasta que este sistema no cambie, los latigazos no cesarán.
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