
Sandalias con calcetines
Camino a Ítaca ·
Troy Nahumko
Sábado, 15 de abril 2023, 08:37
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Camino a Ítaca ·
Troy Nahumko
Sábado, 15 de abril 2023, 08:37
Cuesta arriba, dos perros potencialmente peligrosos se extendían a lo largo y ancho de la acera. Sus bozales desatados se arrastraban sonoramente por el suelo ... mientras el de la izquierda dejaba un reguero de baba tras de sí. Ambos canes flanqueaban a su veinteañero dueño, cuyas correas estaban atadas al cordón que apenas sujetaba su pantalón de deporte gris, dejando libres sus brazos tatuados para usar el teléfono y fumar.
El pandemónium total y absoluto dependía tan solo de la súbita aparición de un gato callejero. El más leve tirón de cualquiera de los musculosos animales habría provocado un escándalo inmediato digno de dibujo animado, bajándole los pantalones más rápido de lo que caería un castillo de naipes en un huracán. Pantalones de deporte que casualmente estaban metidos dentro de un par de calcetines deportivos altos de rayas blancas que bajaban hasta el accesorio más sorprendente: un par de chanclas estilo baño. Esto demuestra que no sólo los guiris optan por la moda de los calcetines y las sandalias.
Al llegar a la entrada que da acceso tanto a la guardería como al colegio público, desató las correas de sus pantalones y las enganchó a una farola. Sólo entonces les colocó, sin apretar, los bozales sobre sus poderosas mandíbulas.
Los padres que esperaban el timbre se alejaron inquietos, franqueando la fila de coches aparcados en la zona amarilla y se adentraron en la calle con tráfico en circulación.
La escena era casi cómica en su absurdo. Las correas, los bozales, los cigarrillos, los coches mal aparcados, los padres en medio del tráfico... y sin embargo nadie, ni yo mismo, levantó la voz en señal de preocupación, nadie dijo una palabra.
A menudo he admirado la actitud de 'laissez-faire' de los españoles hacia lo que es socialmente aceptable. Es raro que la gente meta las narices en los asuntos de los demás, aunque esté en desacuerdo. Claro que comentarán el asunto con otros, pero a diferencia de otros países, no es habitual encontrar a alguien enfrentándose y criticando directamente a alguien que no conoce y mucho menos a título individual.
Esta reticencia también se debe quizás a la reacción que podrían recibir si se aventuran a hacer algún comentario. En las pocas ocasiones en que los padres han mencionado que algo como aparcar justo delante de las puertas está prohibido, en lugar de ofrecer una excusa o una disculpa, el infractor suele lanzarse vengativamente al ataque en lugar de disculparse y admitir mansamente su fechoría. En más de una ocasión he visto a alguien situado justo debajo de una señal de prohibido aparcar defender con vehemencia su «derecho» a aparcar donde le plazca cuando tiene que recoger a su pequeño.
Aquel día se evitó el pandemónium. No se comieron a ningún chucho ni a ningún niño, no apareció ningún gato callejero y los pantalones del dueño de los perros, afortunadamente, permanecieron en su sitio. Tras recoger a su hijo y sujetarse de nuevo los perros a la cintura, apartó a los mares de familias y siguió su camino entre los coches mal aparcados. No ocurrió nada.
Eso, hasta el día en que aparezca el gato callejero y entonces sí pase algo.
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