
¡La Virgen!
Troy Nahumko
Sábado, 29 de abril 2023, 07:49
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Troy Nahumko
Sábado, 29 de abril 2023, 07:49
Hay algo bizarro y quizá hasta un poco triste en observar a un inmigrante escocés en España defendiendo a ultranza en Twitter delirantes argumentos secesionistas ... sobre su país adoptivo, aunque imaginario, Cataluña. La facilidad con la que estos santurrones recién llegados adoptan los trillados argumentos que la burguesía catalana utiliza para mantener su poder, o asimilan las medias verdades de los políticos para encubrir su corrupción, con el único fin de parecer integrados, es cuando menos desconcertante.
Los esfuerzos menos alarmantes de los inmigrantes por hacerse autóctonos y acriollarse pueden verse cuando hacemos cosas como adoptar el club de fútbol local, cambiar nuestra forma de vestir o escribir en periódicos regionales. Todo ello forma parte del largo y enrevesado proceso de adaptarse a un nuevo lugar y convertirse en un miembro de pleno derecho de la sociedad.
Pero, aunque los intentos de aclimatarse se presentan de muchas formas, hay una faceta de la sociedad española que permanece aislada a los forasteros. Es una barrera impenetrable, impermeable e infranqueable: los cultos a la Virgen.
Ya sea Argeme, Castillo, Guadalupe, Montaña, Puerto, Soledad o Valle, estos cultos de Matronae metamorfoseada son la esencia de lo local. Son de la tierra y, en cierto modo, son la tierra. Están indisolublemente ligados a estrellas, cuevas, árboles, manantiales, ríos o rocas y son, de hecho, los representantes locales de un credo foráneo nacido en otro continente.
Y para alguien que no haya nacido en esta tradición, sigue siendo totalmente hermético.
¿Qué veneran los fieles? ¿A la idea de la Virgen María, más allá de la imagen? ¿O están adorando a la estatua en sí, de una forma idolátrica precristiana, aunque esté incómodamente cerca de la adoración de imágenes expresamente prohibida el segundo de los diez mandamientos?
Imágenes marianistas como estas parecen servir de telefonistas para los fieles con línea directa a una divinidad más lejana. Estas Vírgenes interceden y transmiten las plegarias de la gente a Dios. Actúan como intermediarias perceptibles con el Todopoderoso, al tiempo que proporcionan una salida conveniente cuando las plegarias no son atendidas. Para los que estamos al margen, la adoración de estas mediadoras con lo sobrenatural es recóndita y oscura.
El poder que perciben estas Vírgenes es igualmente pasmoso para un recién llegado. Creyentes y no creyentes se proclaman adeptos e incluso el agnóstico más ardiente puede afirmar ser devoto de su deidad local.
Esta influencia se extiende también más allá de la esfera personal. Políticos de todo pelaje y color acuden a sus ceremonias y, en lugares como Cáceres, el artículo 14 de la Constitución se ignora con desparpajo durante una semana mientras se presenta la imagen con el bastón de mando de la ciudad.
En algunos casos, incluso se les concede la condición de alcaldesas a perpetuidad. Sin embargo, atrévete a cuestionar el privilegio que ostentan estas manifestaciones y la numinosa mansedumbre de los fieles se convierte rápidamente en ira ante la mera mención de estas incongruencias.
Me atrevo a imaginar si se gastara tanto fervor y energía en defender nuestros servicios sanitarios, en asegurar un servicio de trenes no inflamables, una educación de calidad o aguas subterráneas limpias sin minas de litio. Los milagros que podríamos producir.
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