Claque sin contrato
Victoria Pelayo Rapado
Sábado, 2 de diciembre 2023, 08:05
Secciones
Servicios
Destacamos
Victoria Pelayo Rapado
Sábado, 2 de diciembre 2023, 08:05
Núria Espert está de gira por el país y, al parecer, será la última, pues, como ha anunciado ella misma, al finalizarla, avanzado 2024, se bajará de los escenarios para siempre.
'La isla del aire' recaló en el Gran Teatro de Cáceres en octubre ... con todas las entradas vendidas; creo que fue por mayo cuando yo compré la mía, porque la noche de la representación no quedaba una sola butaca libre, y allí estuve, a pocos metros del escenario.
Supongo que cada profesión, oficio o quehacer tendrá su parte gratificante para quienes lo eligieron y practican, el que sea, el de médico, periodista, fontanero, arquitecto, electricista o actor. Cada profesión gratificará, imagino, a su manera, pero siempre he pensado que escuchar el aplauso de un público entregado tiene que ser una de las recompensas más bellas e impagables que pueda haber. Supongo que un cirujano que termine una complicada operación a vida o muerte, y la termine de forma exitosa, no esperará recibir aplauso alguno, sino el agradecimiento del paciente y de sus seres queridos. Igual que el arquitecto que reciba el encargo de construir una casa, tampoco recibirá aplausos, sino el recuerdo de los moradores que, con cada rincón de la vivienda, disfruten gracias a quién la levantó. O el fontanero que corte de raíz una fuga de agua, tampoco espera recibir aplausos del dueño de la casa saneada.
En cambio, hay profesiones que se deben al público, a un público congregado en un teatro, en un campo de fútbol o en una explanada infinita. Debe de ser impresionante que los espectadores de un teatro abarrotado se levanten para aplaudir. Así, impresionada, se sentiría Núria Espert el domingo que actuó en el Gran Teatro de Cáceres cuando el público que llenaba la sala se levantó para aplaudir durante varios minutos, como una buena claque, espontánea, sin contrato y sin recibir nada a cambio; durante la larguísima ovación, las cuatro actrices que la habían acompañado sobre las tablas se retiraron dos pasos atrás para que la gran dama del teatro recibiera en solitario el calor de los espectadores.
Si el aplauso de un público entregado, como el del Gran Teatro aquel domingo a Núria Espert, es gratificante como pocas cosas, me pregunto qué sentirá un cantante cuando un estadio entero corea al unísono sus canciones. Me pregunto qué sentirán Luz Casal o los Rolling en mitad de un concierto, o qué sentirá Rosalía cuando se pone flamenca y nos eriza el vello, o qué sentirían Michael Jackson, Leonard Cohen o Amy Winehouse cuando, antes de la inmortalidad, se subían a los escenarios. El calor del aplauso, reconocimiento o aclamación de un público rendido no ha de tener comparación con ningún otro agradecimiento. Si agradable y bienvenido es el aplauso tibio por presentar un libro, qué efervescencia, exaltación o éxtasis sentirá un cantante cuando miles de personas se coordinan como coro sin dirección para cantar sus canciones.
Ninguno de ellos ha necesitado nunca contratar una claque, ni la Espert, que si finalmente se jubila añorará el calor del aplauso espontáneo que solo un público entregado concede.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones de HOY
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.