El proceso de unión entre Don Benito y Villanueva de la Serena ha salido adelante por 41 votos, que son los que corresponden a las 27 décimas que, en el escrutinio de Don Benito, sobrepasan el límite del 66% de los apoyos que ambos ayuntamientos ... se habían comprometido a alcanzar para avanzar con la unión.
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Es necesario recordar que el 66% de los votos es un listón cuya exigencia es tan alta que no debería alimentar ninguna corriente que ponga palos en la rueda del proceso. Y también lo es que la legitimidad sobre la voluntad de unión entre serones y calabazones hubiera quedado igualmente sin sombra de duda si, en lugar de que ambos municipios se hubieran puesto voluntariamente como listón de apoyo el 66%, hubieran decidido situarlo en el 60, en el 55 o incluso, porque hubiera sido legal, simplemente en el mayor número de votos afirmativos que negativos.
Pero ha sido el 66% y, de resultas, todo ha pendido de esos 41 votos que, bien mirado, son una bendición no solo por lo que han significado en los estrictos términos de conseguir el gran objetivo marcado (¿imaginan qué hubiera pasado si esos 41 votos no se hubieran sumado a los otros 9.987 síes que se depositaron en Don Benito? ¿Qué cara se les hubiera quedado, sin esos 41 votos, a los 11.339 vecinos de Villanueva que apoyaron en las urnas la unión y que representan más del 90% de los que acudieron a las urnas en esa ciudad?).
Esos 41 votos, sin embargo, enseñan más cosas que lo que muestra la aritmética, y de las que nos convendría aprender. Nos enseñan que no deberíamos olvidar la obviedad de que, en democracia, cada voto cuenta; nos enseñan lo cerca que hemos estado de que una de las iniciativas políticas más interesantes de los últimos tiempos en nuestro país haya acabado en una enorme decepción: si el proceso de unión de Don Benito y Villanueva ha estado animado por el espíritu de la Transición, sin esos 41 votos, el estrambote de la misma, aquella etapa que se conoció como el Desencanto, se hubiera desplomado sobre nuestras cabezas ya en las primeras horas de la madrugada del lunes. Es fácil imaginar la paralizante amargura que hubiera provocado.
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Esos 41 votos nos enseñan también que este proceso se ha vivido con una nociva euforia, que ha impedido ver que las voces publicadas, y que han sido unánimes a favor del sí, no reflejaban lo que opinaba todo el vecindario; al menos el de Don Benito. Y también ha desvelado que si bien el deseo de unión es incuestionablemente mayoritario en las dos ciudades, no suscita el mismo entusiasmo, una circunstancia que ya se reflejaba en la encuesta que este periódico publicó el 26 de septiembre, cuando indicaba que el apoyo a la unión era de un 79% en Villanueva y del 69% en Don Benito. Nadie, ni las instancias políticas ni los medios informativos, parece que han tenido en cuenta ese detalle.
Y a partir de ahora, pasada la votación, esos 41 votos no agotan su propósito pedagógico porque siempre podrán recordar a los encargados de continuar el proceso que deben fortalecer la unión con el mismo afán con que se alejan del triunfalismo.
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