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Claudio Mateos
Lunes, 8 de febrero 2016, 07:21
Las capuchinas han vuelto. La congregación que el pasado mes de septiembre abandonó el convento de Santa Ana, situado en la calle de Los Quesos, para marcharse a Granada, ha regresado a Plasencia, de modo que la ciudad vuelve a contar con tres órdenes de clausura integradas por un total de 38 religiosas. Las otras dos son las dominicas del convento de La Encarnación, que son las más numerosas, y las carmelitas descalzas del monasterio de la Santísima Trinidad, en la sierra de Santa Bárbara.
Las clarisas capuchinas de Santa Ana tomaron el año pasado la decisión de irse a Granada, en incluso fueron despedidas en una ceremonia religiosa celebrada en la capilla del convento en el mes de septiembre. Pero han optado por volver, tal y como confirma el Obispado de Plasencia, desde donde se apunta que el monasterio se encuentra en buenas condiciones de conservación, por lo que han podido regresar sin mayores contratiempos.
Las capuchinas fueron la segunda congregación de vida contemplativa que abandonó Plasencia durante 2015. Unos meses antes se habían marchado también las tres concepcionistas franciscanas que quedaban en el convento de San Ildefonso, en la calle del mismo nombre, entre la Plaza Mayor y El Salvador. Según explicó entonces el delegado diocesano de Vida Consagrada, Antonio Cano, fue una decisión directa de Roma motivada por el envejecimiento de la comunidad, puesto que una de las religiosas tenía ya 90 años y a las otras dos, aunque eran algo más jóvenes, les resultaba imposible atenderla adecuadamente al mismo tiempo que mantenían activa la vida conventual.
600 años en la ciudad
El convento de San Ildefonso, que data del siglo XV, se encuentra desde entonces deshabitado y la única actividad que mantiene es la misa que se sigue celebrando todos los sábados en su capilla. La marcha de las conocidas popularmente como hermanas ildefonsas puso fin a una presencia ininterrumpida durante más de 600 años de monjas franciscanas en la ciudad.
Antonio Cano señala que todas las semanas visitan el inmueble vacío para comprobar que se mantiene en unas condiciones aceptables, y mientras tanto llevan más de un año buscando una congregación que quiera ocupar el convento de San Ildefonso, una tarea nada fácil porque las vocaciones son muy pocas y los conventos que se van quedando deshabitados en toda España cada vez son más. Plasencia, sin ir más lejos, ha perdido en los tres últimos años 11 de las 49 monjas de clausura que tenía en 2013. No resiste comparación con las más de 30 religiosas que llegó a haber tan solo en el convento de San Ildefonso. Además de a la vida contemplativa, se dedicaban a tareas de costura e imprenta, actividades que fueron dejando de realizar a medida que envejecía la población del convento.
Hoy en día, la comunidad de clausura más activa de las tres que quedan en la ciudad es la de las dominicas de La Encarnación, famosas por los dulces que elaboran de manera artesanal y que ellas mismas venden en el convento.
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