Se inició en el mundo de la escritura con el poemario 'La tristeza del eco' en 2008. Después le siguieron otros hasta que en 2017 publicó su primera novela, 'Un final para Benjamín Walter'. Dos años después lanzó 'Los cuerpos partidos' y ahora está de gira promocional con 'Los nombres impares'. Por eso esta semana Álex Chico ha estado en Plasencia, porque la ciudad en la que nació «siempre es una parada obligada». Y ha presentado su obra con Gonzalo Hidalgo en La Puerta de Tannhäuser.
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Asegura que sigue escribiendo poesía, aunque a un ritmo más pausado. «Antes era más frenético, pero poco a poco he intentado buscar otras formas de narrar. No me propuse dejar la poesía y escribir novela. Es simplemente que a veces uno tiene ciertas historias y en ocasiones dan para un poema y otras veces necesitas desarrollarlas de otra manera». Y así es como ha llegado a la «cosa híbrida» de ahora.
La que marca su última creación. «Algo entre la novela, el ensayo, la crónica y los diarios, pero sin renunciar a la prosa poética», para ajustar el continente a la historia que está contando. «Porque si hablo de personajes híbridos, fracturados, borrosos, con una memoria líquida, necesito un género que se ajuste a ellos, a historias turbias».
En 'Los nombres impares', el narrador que «es un tipo, que se parece casualmente a mí, y que busca historias para contarlas en un libro». Y le llega la noticia de que hay un hombre que malvive en un barrio del norte de Barcelona que tiene en su armario unas cajas que le sitúan mucho tiempo atrás. «El narrador va investigando y hace descubrimientos, pero le ocurre que, en ese afán por contar la historia que quiere, a veces le da igual mentir o dar por supuesto determinadas cosas con tal de explicar lo que él quiere explicar». Y es aquí donde Álex Chico se plantea en su obra hasta qué punto un autor tiene derecho moral a manejar las cosas a su antojo por conseguir un fin.
«Esto es lo que nos lleva a la verdad, a la verosimilitud de lo que se nos cuenta. Por eso, el panorama actual me preocupa, por la cantidad de información que adoptamos como cierta cuando no nos preocupamos de buscar si lo es o no; nos conformarnos con el titular, con la noticia al minuto y no valoramos los matices». Una realidad para el autor placentino que «tiene que ver mucho con la sociedad de contrarios en la que estamos, con una de conmigo o contra mí. Por eso nunca como ahora ha estado tan penalizado el matiz, esa gente que es capaz y quiere ponerse en diferentes posturas».
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Álex Chico asegura que «la búsqueda y el contrastar no está a la orden del día, porque vivimos en una sociedad que se conforma con la acción-reacción, que quiere resultados inmediatos». Cuando, desde su punto de vista, «esto genera una presión que no es sana». Y por eso defiende que «la pausa y el matiz son más necesarios ahora que nunca, cuando la verdad está tan denigrada».
Es la reflexión de un placentino que imparte clases de Lengua Castellana y Literatura en un instituto de Barcelona, la ciudad que eligió para vivir tras estudiar en el colegio San José y el IES Gabriel y Galán de Plasencia y licenciarse en Filología Hispánica en la Universidad de Salamanca. Álex Chico lleva desde 2005 residiendo en la capital catalana y asegura que, a pesar del conocido conflicto, «nunca me he sentido discriminado por no ser catalán».
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Mantiene que «en este asunto también hay mucha desinformación, humo y desquicie a ambos lados». Afirma que es cierto que «hay gente que se esfuerza en repartir carnés de buenos y malos españoles, y de buenos y malos catalanes, pero el día a día no es para tanto».
Quizás porque los matices no importan en una sociedad de contrarios, para el autor de 'Los nombres impares' sería bueno que «todos nos tomáramos como patrimonio propio el español y el catalán, que dejáramos a un lado el hecho diferencial».
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Es el deseo que puede resultar utópico en el momento actual de alguien que no tiene «ningún tipo de filia nacional. Me siento de aquí y de allá. Me gusta alimentarme de las cosas que ofrece cada territorio y cada lugar y esto no atiende a ningún tipo de fronteras». Por eso deja claro que, a pesar de todo, sigue siendo un «gran amante» de Barcelona. «Aunque ahora no está en su mejor momento, parece una ciudad alicaída y tristona, creo que aún hay muchas razones por las que seguir amando y disfrutando de Barcelona».
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