
Un kilo de castañas está entre 1,5 y 3,5 euros, por eso es una realidad que hay una revalorización del castaño en muchas zonas de nuestra región», explica Álvaro Camisón. Es el caso de Villuercas-Ibores, Vera-Jerte y Gata-Hurdes entre otras, «y motivo por el que aunque se abandonó su cultivo durante décadas, especialmente por la marcha de la gente de los pueblos a las ciudades, hoy las plantaciones de castañas están al alza, porque su precio tiene poco que ver con los 30 o 50 céntimos que se paga por un kilo de aceitunas por ejemplo», ahonda este licenciado en Ciencias Ambientales por la Universidad de Salamanca que ha logrado una calificación de sobresaliente cum laude en la defensa de su tesis en el Centro Universitario de Plasencia, la primera realizada sobre el castaño que se hace en Extremadura, que ha sido dirigida por los profesores Alejandro Solla y Ángela Martín, se ha hecho en el Centro de Investigación de la Dehesa y es el resultado de casi cinco años de trabajo.
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«Nos pareció interesante y necesaria esta investigación porque el castaño está ligado a nuestra cultura y porque las plantaciones de castañas tienen una notable importancia económica como una fuente segura de ingresos». Por eso la investigación se ha centrado, especialmente, en estudiar posibles fórmulas para mitigar los 'males' que afectan a esta especie.
«Por un lado, la sequía como consecuencia del cambio climático que estamos experimentando y, por otro, la llamada 'enfermedad de la tinta', que lleva siglos matando los castaños en Extremadura». Álvaro Camisón explica que se trata de un patógeno de suelo que infecta la raíz y la pudre y entonces impide que el árbol tome agua y nutrientes y muere. «Por eso nos pareció preciso iniciar una investigación sobre los problemas que afectan hoy al castaño», resume. Y abrir a su vez nuevas vías de investigación para conocer cómo evolucionará esta especie en los próximos años en Extremadura «y encontrar la manera de amortiguar las causas que producen su muerte». Y entre los descubrimientos que ha posibilitado la investigación, «hemos comprobado que los híbridos, los cruces de un castaño extremeño y otro asiático –japonés o chino– son resistentes a la 'enfermedad de la tinta' y que los autóctonos aguantan mejor la sequía».
En cualquier caso, insiste Álvaro Camisón, que ahora busca una beca postdoctoral para seguir investigando el castaño, «creo que es un árbol prometedor y que, por eso, los científicos debemos investigar y estudiar cómo paliar sus problemas para reducir así los costes a los agricultores».
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