Ernesto Brotóns cumple mañana martes su primer mes como obispo de la diócesis de Plasencia y sus primeras palabras, en el primer encuentro que ha mantenido con los medios de comunicación de la ciudad, han sido de agradecimiento: «Agradezco la acogida dispensada; me han desbordado ... las muestras de cariño. No solo me siento como en casa, es que estoy en casa y esto es un regalo».
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Ha reconocido que su nombramiento como obispo, «que ni me había imaginado ni había buscado, fue una sorpresa». Un cambio que ha supuesto a este maño sencillo, cercano y afable salir de su tierra y alejarse de su familia, abandonar su zona de confort y asumir un reto que conlleva una notable responsabilidad. Pero Ernesto Brotóns tiene que claro que «no soy ni un paracaidistas ni un francotirador» y que, por eso, «en la iglesia viva y con ganas» que se ha encontrado, trabajará junto a sacerdotes, congregaciones, seglares y laicos para revitalizar la vida pastoral que la pandemia ha ralentizado y avanzar en el camino hacia «una sociedad más justa, humana y fraterna».
Ese es el objetivo del trabajo compartido por el que apuesta, teniendo claro que «todo hombre y mujer, sin exclusión y con su vida a cuestas, tiene un sitio en la Iglesia y que a la hora de tomar cualquier decisión, la persona tiene que estar en el centro, por encima de ideologías, economía, instituciones, números y estadísticas».
Ernesto Brotóns cree imprescindible fomentar cauces de escucha y encuentro para hacer realidad ese trabajo compartido en el que tienen cabida todos, «también los no creyentes e independientemente de las diferencias que tengamos, porque las diferencias no nos dividen, nos enriquecen». El nuevo obispo defiende que la mujer asuma puestos de gobierno en la Iglesia, «porque para formar parte de algo hay que asumir responsabilidades», y que los pobres «dejen de ser solo objetivo de atención social».
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En definitiva, un trabajo compartido «porque yo no tengo la receta» para buscar la implicación de todos y avanzar hacia una sociedad más justa y humana, «porque nos tenemos que ayudar con la que está cayendo», a pesar del obstáculo que supone, tanto para las vocaciones como para esa labor conjunta, que muchas generaciones de jóvenes «no hayan sociabilizado religiosamente». Aun así lograr ese caminar unidos hacia algo mejor es el objetivo de un obispo al que se le ha pedido desde su llegada a la diócesis, ha reconocido, «cercanía, estabilidad y orientación para saber cómo situarnos como Iglesia en la época de cambios que nos está tocando vivir».
Para eso, «porque yo no tengo la receta» ha insistido, pide la colaboración de todos y para eso también ha comenzado «a conocer, escuchar y acercarme a todos los que conforman la diócesis», que ha recorrido ya en dos ocasiones de arriba a abajo desde su ordenación como obispo el pasado 15 de septiembre.
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