![Los futuros camareros se reivindican](https://s1.ppllstatics.com/hoy/www/multimedia/202212/10/media/cortadas/BARES-CAMAREROS%20(1)-kWXH-U180998248051FyH-1968x1216@Hoy.jpg)
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Tirar una caña no es colocar una copa debajo de un grifo, abrirlo, llenarla y entregarla al cliente. «Hay que llenar la copa y dejar dos o tres centímetros arriba para rellenar con una espuma densa; es lo que se llama corona y tiene que ... ser así para impedir la pérdida del anhídrido carbónico que aporta los sabores y los aromas», explica Santiago Campos Castellano, profesor del ciclo de grado medio de Restauración del Instituto Sierra de Santa Bárbara.
Una formación que arrancó en el centro placentino desde hace más de una década, a la vez que el IES se puso en marcha, y que desde entonces viene formando a los futuros camareros, «para bares y restaurantes», aclara Santiago Campos. «Porque este oficio requiere formación y porque, frente a lo que se piensa, no todo el mundo puede ser camarero, no vale cualquiera».
Sin embargo, es una idea asentada de forma generalizada en la sociedad y, con ella, el trabajo de camarero infravalorado. «Horarios largos y bajos sueldos», resume el docente, que están motivando también un descenso paulatino en la matrícula de este ciclo, que arranca en el primer nivel de la Formación Profesional Básica, «a pesar de que su inserción laboral es del 100%». Santiago Campos asegura que «no hay día que no recibamos llamadas de bares y restaurantes que necesitan camareros, así que a los que acaban se los rifan».
Modificar esa imagen a base de formación teórica y práctica, para poner de manifiesto la necesidad de ambas para ser camarero, es el objetivo del instituto y también de quienes cursan el ciclo de Restauración en él.
«Sé que se cree que todo el mundo puede ser camarero, pero no es así; sé que los sueldos no son buenos y que se trabajan muchas horas en días en los que la gente descansa, pero a mí me gusta este trabajo», afirma Aya Dib, una placentina de 18 años que ya está en segundo curso. «Comencé casi por probar y la verdad es que me ha enganchado». Tanto que tiene claro que «quiero ser camarera, porque disfruto en cada labor que tenemos encomendada». Aunque lo suyo es la cafetería.
Es uno de los módulos que integran la formación en el Instituto Sierra de Santa Bárbara. En él los estudiantes aprenden «a hacer un café en condiciones», deja claro Santiago. Un proceso que requiere teoría y práctica, como tirar una caña, «para crear la crema de leche correcta» y que se completa con la «elaboración de otros muchos cafés especiales, infusiones y pequeñas elaboraciones a la vista o, lo que es lo mismo, el trabajo en la plancha».
Una enseñanza que se suma a la que reciben para saber atender a los clientes en un restaurante, «desde el montaje hasta el postservicio pasando por el cáterin de los eventos especiales». También para poder elaborar un menú, «de invierno y verano y combinarlos y saber explicarlos, porque la oferta gastronómica es una parte importante en esta profesión», cómo crear un proyecto empresarial y cómo ponerlo en marcha y cómo servir también un vino:«Cómo se coge la uva, se lleva a la bodega, se elabora, los distintos tipos que hay, cómo debe ser la apertura de la botella y cómo servirlo, hasta dónde y por qué lado».
En definitiva, resume Santiago Campos, una formación completa que los alumnos ponen en práctica en la cafetería y restaurante del instituto, con servicios abiertos a la sociedad en algunas ocasiones, «para lograr que el cliente salga satisfecho de un bar, de un restaurante».
Y, sin embargo, los camareros de sala hoy están lejos del prestigio de los cocineros. «No sé a qué se debe, la publicidad de unos y otros no tiene nada que ver, pero también nosotros tenemos culpa», reconoce el docente. «Porque en los encuentros y concursos que celebramos, a los cocineros se les reconoce por su nombre y a los jefes de sala por el del restaurante en el que trabajan». Aunque la labor de unos y otros se complementa.
«Claramente», declara Aya Dib. «Si nosotros no hacemos bien nuestro trabajo sus platos no lucirían, aunque fueran buenos; si no lo son y nosotros hacemos mal el trabajo, será el mismo resultado, el cliente no se irá contento tampoco porque cocineros y camareros nos tenemos que complementar».
Esa buena atención al cliente es primordial en un oficio al que Adrián Calvo tiene claro que se quiere dedicar. «Me encanta y esa relación, lo que más de este trabajo», asegura. «Por eso no todo el mundo puede ser camarero, hay que tener empatía, mano izquierda y memoria para saber tratar a la gente y reconocerles, porque es lo que va creando un vínculo que influye mucho en el éxito del negocio».
De momento Adrián, en primer curso del ciclo, compagina los estudios con el trabajo. «En un bar durante los fines de semana y estoy feliz». Como sus compañeros, dispuesto a formarse para demostrar que la profesionalidad también es imprescindible en este oficio.
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