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ANA B. HERNÁNDEZ
Miércoles, 2 de marzo 2022, 07:32
Maryan Kovba está viviendo momentos muy difíciles estos días, porque su país, Ucrania, ha sido invadido por Rusia. Y ya sabe que su padre y sus tres hermanos mayores se van a quedar allí a luchar y que, por eso, su madre ha decidido que no va a abandonar su casa. Y no sabe cuándo podrá volver a verles. Hoy no sabe siquiera si tendrá esa oportunidad.
La última vez que Maryan estuvo con su familia en Ucrania fue la pasada Navidad. La vez anterior había sido en verano. Es así desde que con siete años llegó por primera vez a Plasencia para disfrutar de unas vacaciones diferentes con los que hoy son sus padres de acogida, Antonio Merino y Margarita Pardo, los propietarios de la administración de lotería de la calle del Sol.
«Vi en la revista de la Hermandad de La Pasión el anuncio de una asociación que pedía familias de acogida para que menores ucranianos pudieran pasar el verano en España», recuerda Margarita. «Así que contactamos con la asociación y nos apuntamos». Y Maryan llegó después de la Feria de junio de ese año.
«Solicitamos una niña porque tenemos dos y, por tanto, más experiencia en su manejo; pero solo quedaban niños, las niñas ya tenían todas familia de acogida». La asociación les facilitó un listado con los niños que aún no tenían quien les acogiera. «Cuando vi su foto y supe que tenía un soplo en el corazón, como yo tenía, pedimos que fuera Maryan», explica Margarita. «Y él encajó a la perfección en la familia, en la casa, en todo», asegura Antonio.
No es que el inicio fuera fácil. «Maryan era introvertido, temeroso, desconfiado y no hablaba». Pero poco a poco se fue abriendo a la familia y al final de ese agosto, cuando tenía que volver a Ucrania, ya formaba parte de su nueva familia. «Fue así porque ellos intentaron en todo momento que yo fuera feliz», dice hoy Maryan.
Para entonces Antonio y Margarita ya habían decidido hablar con los padres del menor y ofrecerles la posibilidad de que Maryan siguiera en Plasencia para que pudiera estudiar, para que tuviera la opción de alcanzar una vida mejor. «Porque allí, en Ucrania, en realidad no vivía con su familia, sino que estaba en un internado». Y viajaron hasta Holovestko, la pequeña aldea en la que residen los padres del menor, muy cerca de la frontera con Polonia.
«Lo hicimos para proponerles que en lugar de estudiar allí y venir el verano aquí, fuera al revés. Lo hicimos porque nuestra familia al completo, Antonio y yo, pero también nuestras dos hijas, estábamos de acuerdo en ello», aclara Margarita. «Y los padres de Maryan fueron muy generosos y dejaron que él eligiera». Con ocho años comenzó a estudiar en el colegio de la Santísima Trinidad, «donde alumnos, padres y profesores, la comunidad educativa al completo se ha volcado con él y nunca se lo podremos agradecer lo suficiente».
Maryan estudia este curso primero de Bachillerato. Su idea, «aunque cambio mucho la verdad, es hacer una ingeniería y después entrar a formar parte del Ejército español; me gusta la unidad que representan quienes lo integran, la confianza absoluta en el que tienes al lado, esa unidad sin fisuras».
Su elección nada tiene que ver con una guerra de la que solo culpa a Putin. «No a los rusos, claro que no; mi padre es ruso, nació en Crimea y allí está su familia, allí están sus hermanos, allí está mi abuela». De hecho, «yo soy mitad ucraniano por mi madre y mitad ruso por mi padre; en mi casa hablamos los dos idiomas, elegimos las palabras más bonitas de ambos».
Por eso le duele la guerra que se libra en su país y le desgarra la incertidumbre de no saber qué les va a ocurrir a los suyos. Salvar a todos los que puedan y quieran salir de Ucrania es su obsesión. Como la es la de sus padres de acogida, con cuyo ejemplo de generosidad ha crecido desde que llegó hace una década a Plasencia y que ahora están centrados, como él, en lograr que salgan de Ucrania el hermano pequeño de Maryan, su hermana y sus dos hijos de 9 y 10 años. «Van a tratar de cruzar la frontera con Polonia en cuanto puedan y desde ahí buscaremos la manera de traerlos aquí y acogerlos en casa», deja claro Antonio.
«Preferiría que esta situación nunca se hubiera producido por supuesto, pero estoy emocionado con verles, con que lleguen sanos y salvos, con estar con ellos cuanto antes», afirma Maryan.
«Quiero pedir a Plasencia que sea una ciudad acogedora, que nos abramos a quienes lleguen, que les ayudemos, que les tratemos con cariño, que tengamos siempre presente que se han visto abocados a dejar todo allí, a dejar su vida atrás, que vienen sin nada y con el corazón desgarrado porque se han separado de sus hermanos, de sus padres, de sus maridos, de sus abuelos», reclama Margarita. Mientras Maryan asiente y sueña con poder volver algún día a pisar la nieve de Ucrania, recorrer sus campos y abrazar a sus padres. «Es lo que más echo de menos».
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Martin Ruiz Egaña y Javier Bienzobas (gráficos)
David S. Olabarri y Lidia Carvajal
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