Reconocimiento a nivel mundial

Lejos de ser una simple restauración, la intervención en la capilla ha sido un ejercicio de diálogo entre el pasado y el presente. Pablo Guillén Llanos, arquitecto extremeño y director del proyecto, ha sabido interpretar la esencia del espacio, respetando su historia sin renunciar a una visión contemporánea. No es casualidad que en 2019 ya recibiera este mismo galardón por la capilla de la Universidad Pontificia de Salamanca. Esta nueva distinción no hace sino reafirmar su maestría en la reinterpretación del patrimonio sacro.

El proyecto, ejecutado junto a los arquitectos Fernando Zaparaín, Fermín Antuña, Eduardo García y Javier López de Uribe, apuesta por la sencillez y la nobleza de los materiales. La piedra y la madera configuran un espacio que se siente vivo, en el que el presbiterio se enmarca dentro de los vestigios de la muralla de la ciudad. El altar, la sede y el ambón, tallados en bloques de piedra natural, evocan una espiritualidad austera y serena.

El jurado puso en valor la capacidad del diseño para generar un «espacio fenomenal y transformador», donde los elementos litúrgicos no solo cumplen una función, sino que dialogan con la estructura de manera armónica.