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ALEX CAMPÓN SACERDOTE Y MISIONERO EN KENIA

«Soy un hombre de grandes desafíos»

Vive en Kenia, tiene 39 años y es natural de Casar de Cáceres Es miembro de la ONG Nuevos Caminos, que vuelve a contar este año con una partida económica del Consistorio casareño que ayudará a construir un molino para el bombeo y almacenamiento de agua

MARÍA FERNÁNDEZ

Martes, 7 de agosto 2007, 03:19

Álex Campón es sacerdote desde hace once años y misionero desde hace diecisiete. Este casareño ha despertado no solamente su lado más solidario en Kenia sino que también ha conseguido el apoyo económico del Ayuntamiento de Casar de Cáceres, que destina anualmente una partida económica a Kenia, además de otras partidas solidarias, como la que se dirige a la Asociación del Pueblo Saharahui . Este año, dicha ayuda se ha destinado a la población de la región de Turkana, donde Campón está como misionero de la oenegé 'Nuevos Caminos'. Tiene 39 años y por primera vez cambiará los ásperos paisajes de África por los grandes núcleos urbanos plagados de rascacielos de Estados Unidos con el objetivo de estudiar un máster en Teología. Tras ello, promete volver fielmente con la gente que más le necesita. La región de Turkana, una zona semidesértica, se sitúa al noroeste de Kenia, en África, y ocupa 77.000 kilómetros cuadrados. Es la segunda región más extensa del país.

-¿En qué consiste el proyecto que ha financiado el Ayuntamiento del Casar de Cáceres?

-Se trata de un proyecto para montar un molino de viento que bombee agua. Aquí, el principal problema es tener este bien, porque es una zona muy desértica y remota. Además, es muy difícil vivir en esta región porque se producen sequías cíclicas. Sabemos que hay agua bajo estas tierras, y puede venir muy bien a la agricultura y la ganadería. Cuando el proyecto se lleve a cabo, esta región dará un vuelco que a mi juicio resultará clave.

-¿Viaja regularmente a Kenia o vive allí?

-Llevo viviendo aquí 17 años, se puede decir que soy más keniata que extremeño, aunque también tengo mucho amor por mi tierra natal.

-¿Cómo comenzó todo?

-Conocí a un sacerdote que me habló de las misiones en Kenia. Yo me sentí atraído y me gustó la idea de ayudar. Fui de visita cuando todavía estaba estudiando la licenciatura en Filosofía y Letras, y cuando terminé los estudios, me vine directamente a la región de Turkana. Por aquellos tiempos era un joven idealista, y aún lo sigo siendo.

-Entonces se podría decir que más bien las visitas las realiza en España...

-Desde luego, se podría decir. Cada año voy a Casar de Cáceres si puedo. Mi abuela, que ya cuenta 101 años, vive allí, y cuando vengo, además de promocionar mi causa, me dedico a ver y estar junto a la familia.

-¿Cuál es el principal problema en Kenia?

-Sin duda, el del agua, porque cuando estás aquí te das cuenta que si tienen agua, tienen de todo. También el hambre, por supuesto. Estos dos factores son los primeros que necesitan solución, si uno no se mete en serio en estos asuntos en primer lugar, predicar el evangelio no tiene sentido alguno, y hay que darse cuenta que, siendo sacerdote, el punto de partida es predicar.

-¿En qué consiste su labor diaria junto a los demás misioneros de 'Nuevos caminos'?

-La región donde vivimos es muy extensa, aproximadamente como la provincia de Cáceres. Semanalmente nos movemos por todo el territorio y seguimos las rutas que los ciudadanos de aquí, que son nómadas, recorren a diario. Esto es lo que llamamos 'misión base'. Fundamentalmente, los ciudadanos nos explican sus problemas, nosotros los escuchamos, vemos cuáles son sus necesidades e intentamos encontrar soluciones. Nuestro día a día es, fundamentalmente, levantarnos y pasarnos muchos kilómetros en la carretera.

-¿A cuántas personas beneficia su labor?

-En el territorio hay unas 150.000 personas. Los más directos, aquellos que quieren saber del cristianismo, son un 30 o 40 por ciento del total.

-¿Cómo se siente usted, es muy típico preguntarle si siente mucha satisfacción al ayudar a los demás?

-Es egoísta decir que solamente es satisfacción, que lo es... es muy egoísta, pero también es muy humano. Cuando un niño come y tú has conseguido esa comida, o cuando alguien que tenía cataratas y es operado porque tú conseguiste un médico y ahora vuelve a ver, o cuando ves que antes un grupo de personas recorría 20 kilómetros para beber y ahora tiene el agua al lado, eres consciente de que mejoras la calidad de vida de las personas, y sientes, por supuesto, satisfacción.

-Pero es un sacrificio...

-Para mí no es un gran sacrificio, a veces me resulta un sacrificio mayor volver a España, porque me siento desubicado. El regreso me descoloca.

-¿Cuáles son sus planes más inmediatos?

-Ahora estaré en España unas tres o cuatro semanas. Y el próximo año voy a dar un cambio de aires, ya que iré un año a Estados Unidos a estudiar un máster en Teología.

-Es un cambio de aires muy grande... directo a la cuna del capitalismo...

-La verdad es que sí, pero no me importa porque yo soy un hombre de grandes desafíos. Después volveré a Kenia.

-Aparte del agua y la comida, ¿qué otras necesidades cree usted que son prioritarias para la región de Turkana?

-Creo que hay un problema, digamos, de educación, que hace que las necesidades estén por encima de los valores humanos. Hay que cultivar a la humanidad para hacer que germinen estos valores, que deben ser prevalentes en todas las sociedades. Para mí, ser cristiano es empezar con este tipo de valores. Además, por supuesto, están las enfermedades. Tenemos que hacer una gran labor en temas de nutrición y medicina, y es difícil.

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