Crimen en Navalvillar de Pela: «No estaba en mis cabales aquel día, no sé qué sucedió»

La Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Badajoz, con sede en Mérida, acoge desde hoy el juicio con jurado por unos hechos sobre los que no hay mucha discusión y que admiten todas las partes, incluido el acusado. Pero la defensa alega una serie de atenuantes que pueden ser claves para rebajar la condena.

Hacia las 17.30 horas del 10 de octubre de 2020 José Luis T. G., quien entonces tenía 40 años, fue a la tienda donde trabajaba su mujer y le vio con Jesús S. R., de 34, con quien había tenido una relación extramatrimonial unos meses antes. Según ha dicho en su declaración, estaban «acaramelados», por lo que pidió explicaciones.

Entonces se produjo un enfrentamiento entre los dos hombres. José Luis ha afirmado que Jesús le amenazó con «un garrote», tras lo que se fue «con mucho miedo» a una casa propiedad de sus suegros. Pero el amante de su mujer le siguió y en el lugar se inició una discusión.

En un momento dado, y debido a que veía peligrar su integridad y la de sus suegros, el acusado salió de la casa con un cuchillo de 17 centímetros de hoja y se lo clavó a Jesús en el costado izquierdo, lo que seccionó el riñón de la víctima. Poco después murió debido a la hemorragia. Tenía una hija de cuatro años.

El acusado ha reconocido que unos meses antes de los hechos llegó a su vivienda y vio a su mujer en ropa interior, tras lo que descubrió a Jesús desnudo, pero le amenazó con golpearle y huyó de su propia casa. Perdonó lo ocurrido porque «estaba ciego con ella, yo la quería mucho». Según ha indicado, su esposa le aseguró que no seguía viendo a su amante. Incluso ha afirmado que tenía buena relación con la víctima.

Sin embargo, la situación se tensó cuando volvió a ver a su mujer con ese hombre. Su declaración ha mostrado lagunas a partir de ese momento. Como se sentía amenazado y temía por la integridad de sus suegros, ha reconocido que cogió algo con lo que defenderse, «lo primero que vi», pero «no sabía qué era». Cuando le han mostrado el cuchillo y el bastón de la víctima, y el fiscal ha preguntado si su reacción no fue desproporcionada ante una persona que se enfrentaba a otras tres, se ha echado a llorar. Después llamó a la Policía Local y la Guardia Civil y contó lo ocurrido.

Las acusaciones particulares solicitan una condena de quince años de prisión por homicidio. Representan por un lado a la hija de la víctima y por otro al padre y tres hermanos del fallecido. Además de las indemnizaciones correspondientes, estos últimos reclaman el pago del entierro, unos 2.200 euros. Según su versión, José Luis atacó a la víctima por la espalda, sin opción de defensa y cuando estaba discutiendo con los suegros del acusado. Y después no le prestó asistencia, pese a que a lo largo de 90 metros caminó malherido.

La Fiscalía coincide con estos hechos, pero aprecia un atenuante de arrebato u obcecación. Un informe forense asevera que el agresor se encontraba en un estado de ira por la pérdida de su estabilidad familiar y por la ofensa sufrida, lo que le afectó al razonamiento y el control de sus actos. De ahí que rebaje la petición de pena a doce años y medio.

La defensa reconoce el homicidio, que por otra parte se produjo en plena calle y ante varios testigos. Pero al atenuante de arrebato, unido además a una eximente incompleta de miedo insuperable, añade los de confesión y reparación del daño, ya que ha abonado una pequeña cuantía para la hija de la víctima. En estos casos la pena se puede rebajar varios tramos, de ahí que pida una condena de dos años y medio de prisión. También acepta indemnizar con casi 94.000 euros a la hija del fallecido, para lo que aporta como bienes los que obtenga tras divorciarse recientemente de su mujer.