Al igual que ocurrió el pasado año, la lluvia se empeñó en tratar de robar protagonismo a la celebración, pero no lo consiguió. Navalvillar de ... Pela volvió a vibrar como cada 16 de enero para festejar con orgullo el día de su patrón, San Antón. Puntual, como siempre, a las 8 de la tarde, comenzó el repique de las campanas; sonido que se cruzaba con el de los cohetes para un estruendo que resonaba en el corazón de todos los sanantoneros en el inicio de La Encamisá.
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Peleños, pero también forasteros, se unen para gritar «¡Viva San Antón!» y entonar los cánticos populares dando más sonoridad si cabe a una fiesta en la que también destaca el color de los gorros puntiagudos y los llamativos pañuelos. En esta fiesta que activa los cinco sentidos no falta el olor característico a jara quemada que adorna con hogueras cada rincón de este pequeño municipio pacense.
El sentido del gusto se deja llevar por el vino de pitarra que hace que propios y extraños entren en calor en una noche siempre fría y, en este caso, también lluviosa. Y, para acompañar, el dulce de los 'biñuelos' que se volvieron a contar por miles al igual que los litros de vino.
Todo eso es San Antón en la noche de 'La Encamisá', fiesta declarada de Interés Turístico Regional en 1986. Anoche volvió a ser la fiesta que inunda de emoción Navalvillar de Pela, y también de gente. Miles de personas abarrotaron su plaza de España, pese a la lluvia. Peleños y forasteros se dejan contagiar por la devoción hacia el patrón y por todo lo que rodea a esta festividad. Pero la fiesta, que alcanza su punto álgido por la noche, comenzó ya al amanecer con la recogida de la leña que por la noche se convierte en fuego que acompaña el recorrido. Al caer el sol, la celebración se torna en multitudinaria y empieza a correr el vino.
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El día grande para los peleños tuvo como protagonista este año a Eugenio Díaz, mayordomo de la Asociación Cofradía San Antón Abad, que terminó el pregón como manda la tradición, con tres «¡Viva San Antón!» que, como no podía ser de otra forma, seguían acompañados de otros a 'Sanantonino' y al 'Chiquirrinino'. Son los gritos que marcan el inicio para que peleños, forasteros y sanantoneros hagan que el estruendo se adueñe más si cabe de la plaza. Ataviados para la ocasión, los últimos instantes tras ese pregón los utilizan los jinetes para acomodarse en sus monturas.
Después de un año de espera, la carrera de 'La Encamisá' incluso se antoja breve y, pese a la nocturnidad de la cita, llena de luz y color las calles de la localidad en un espectáculo visual gracias a la monturas engalanadas que llevan los jinetes con las típicas 'mantas guapas' de madroños hechas artesanalmente y que, en muchos casos, pasan de generación en generación.
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La noche de San Antón volvió a ser única para Navalvillar de Pela que mantiene viva esta tradición marcada por la devoción, la hospitalidad y la algarabía que hacen que una fría noche de enero se deje atemperar por el calor de una festividad que los peleños harán que perdure en el tiempo.
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