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JAVIER SÁNCHEZ
Domingo, 23 de enero 2022, 11:11
El brasero, andar dentro de los hogares con zapatos y la sobremesa después de la comida, además de algunos monumentos. Son algunos de los aspectos que han llamado la atención al grupo de estudiantes de Estados Unidos que llegó el pasado jueves a la ciudad trujillana, tras tres vuelos y cuatro horas de autobús. Permanecerán alojados en familias hasta principios de mayo.
De este modo, la Fundación Xavier de Salas ha recuperado este tipo de estancias gracias al convenio que tiene con la Universidad de Charleston para desarrollar su programa educativo y cultural en el municipio trujillano. De hecho, desde 1996, ha sido habitual ver a jóvenes de esta parte de Estados Unidos convivir con la sociedad trujillana. Sin embargo, en marzo de 2020, se tuvo que parar por culpa de la pandemia. Ahora, vuelve con la misma ilusión que al principio.
El profesor que comanda a estos universitarios, Antonio Pérez, reconoce que, en algún momento surgieron dudas o incertidumbre a la hora de que se pudiera realizar este encuentro por la actual situación sanitaria. Sin embargo, «un grupo de estudiantes decidió aventurarse a venir a Trujillo y ahora están muy felices». Todos están vacunados con las dos pautas contra la covid.
Aunque los jóvenes tienen que cumplir una serie de trámites y protocolos en determinados casos o actividades, este programa se está desarrollando con total normalidad. El recibimiento de las familias se hizo con el entusiasmo y con los abrazos esperado que, en cierto modo, borró las caras de cansancio de la expedición americana. Ya, el viernes, tuvieron la oportunidad de conocer la parte antigua de la ciudad trujillana en una visita guiada.
Estos universitarios tienen, por las mañanas, clases en la sede de la Fundación, el convento de La Coria. Para ello, se cuenta con la colaboración de docentes de la Universidad de Extremadura. Entre otras materias, se impartirán lingüística, literatura, conversación y cultura. Además, ya se tienen programados diferentes viajes.
Tras las clases, los jóvenes estadounidenses tendrán tiempo para estar con las familias de acogida. De hecho, Antonio Pérez incide en que «lo que hace único a este programa es esa relación con las familias». Por ello, les ha aconsejado que aprovechen esa convivencia, que les hará comer comida típica, pasear por las calles de la ciudad y estar, en algunos casos, incluso, en casas de campo o disfrutar de los vecinos. Todo ello les hará conocer mejor la cultura y el idioma.
Desde la Fundación reconocen que uno de los valores de este tipo de programas son las familias. «Algunas llevan trabajando con nosotros 25 años», se apunta. A pesar de la pandemia, no han dudado en participar, un año más, en esta iniciativa. Desde la entidad, igualmente, se destaca que se han tenido que implementar una serie de trámites anticovid para la llegada de los estudiantes. Se recuerda que la Fundación forma parte de la Asociación de Programas Universitarios Norteamericanos en España, que ha facilitado los trámites. También se ha tenido la ayuda de otros estamentos.
Uno de esos hogares de acogida es el de Lucía Caldito. Recuerda que este tipo de estancias lo ha vivido desde niña. «Siempre me ha llamado la atención conocer otras culturas». En ediciones pasadas, ya, como inquilina, ha contado con norteamericanos en su casa. Por tanto, ya tenía ganas de que se retomase esta iniciativa. Remarca que ha recibido una serie de normas a seguir, por si existe algún contagio de covid. «Básicamente es notificarlo y ellos se encargan». Reconoce que es una grata experiencia convivir con ellos y «darles cariño, ya que vienen solos».
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