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Álvaro Rubio
Cáceres
Viernes, 20 de noviembre 2020, 21:25
De la oficina de Turismo a la puerta de la iglesia de Arroyo de la Luz apenas hay diez metros de separación, pero en recorrerlos con el cura del pueblo se tardan casi diez minutos. «¿Pater, qué tal va la mañana?», «¿cuándo va a subir el próximo vídeo?», «¿ya está listo todo para la misa?». No hay persona que se cruce con él que no se pare. Juanma García (Malpartida de Cáceres, 1961) ya se ha convertido en una seña de identidad de este municipio, uno de los más afectados por la pandemia en la primera ola. Allí murió Claudia debido al coronavirus el 11 de marzo. Fue la primera fallecida de la región y desde entonces el carisma de este párroco, su creatividad y su hazaña desde el tejado del templo bendiciendo los cuatro puntos cardinales han dado la vuelta al mundo.
Ocho meses después, recuerda con HOY cómo fueron esos días. Lo hace enseñando su iglesia, a la que no le falta ni un detalle para adaptarse a los tiempos que corren. Hasta ha hecho artesanalmente su propio confesionario anticovid, con varios palos de metal, un perchero y un plástico transparente. Nada de mamparas de metacrilato ni grandes artilugios. «Con esto es suficiente», comenta antes de dirigirse a la parte alta desde la que oficia la misa.
Casi parece un plató de televisión. Dos focos de luces blancas la iluminan y en una esquina no falta la mesa de mezclas en la que 'pincha' la música celestial. También hay un micrófono que acaba de llegarle por Amazon y le ha costado 160 euros, además de un trípode para sujetar el móvil al que ha incorporado un objetivo alemán. «Calidad que no falte para grabar la misa del sábado, la del domingo, la hora santa del jueves por la noche y algún retiro espiritual», afirma. «Solo se permite el 25% del aforo, pero desde mi canal de Youtube, 'pater Juanma', me puede ver mucha más gente», cuenta.
Ya tiene 1.300 seguidores. Lo creó al principio de la pandemia para ofrecer esperanza en medio de tanto sufrimiento. Muchos no se pierden ninguno de sus vídeos. La mayoría le siguen desde que el 25 de marzo se subió al tejado de la iglesia. Todo el país estaba confinado y fue su particular forma de dar ánimo.
«Cuando el coronavirus llegó a Arroyo me bloqueé. No sabíamos lo que había y yo mismo pedí al obispado que cerraran la iglesia. Luego aislaron el pueblo y fue cuando empecé a subir vídeos en las redes sociales explicando la situación. Tenía muchas visitas y me di cuenta del bien que podía hacer con ese arma», recuerda Juanma.
Así que empezó a subir vídeos contando parte de su día. En otros lanzaba mensajes a sus vecinos para que no se rindieran, homenajeaba a los fallecidos e incluso en uno de ellos se centró en la llamada que recibió del presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, agradeciéndole lo que estaba haciendo por Arrroyo.
Antes del vídeo bendiciendo el pueblo con el santísimo y con ropa litúrgica desde las alturas, ya se había subido al techo de la iglesia en tres ocasiones durante el confinamiento, dos para grabar el atardecer y otra para decir unas palabras.
Luego vio cómo los curas italianos bendecían las calles y el pensó que podía hacer lo mismo, pero más cerca del cielo. Como no podía salir, citó a los vecinos para que a las doce en punto estuvieran en sus balcones. «En ese momento nadie se planteó que lo que iba a hacer era una locura. Comprendo que con la ropa y el viento las fotografías fueran llamativas, pero nunca pensé que tendría tanta repercusión. Así que los tres días siguientes lo pasé fatal porque, aunque fueron pocos, algunos me criticaron en las redes sociales incluso con perfiles falsos. Me dio la sensación de que lo había estropeado todo por ese simple hecho», se sincera el párroco.
Los móviles se llenaron de 'montajes' en los que aparecía Juanma con una espada láser y convertido en Darth Vader, el protagonista de la 'Guerra de las Galaxias'. «Eso me lo tomé a broma, hasta tengo un vídeo en Internet con esas imágenes», dice con su particular sentido del humor.
«Lo que más me dolió es que algunas de las críticas, muy pocas, llegaran de gente de Arroyo», lamenta. Desde el obispado incluso le dieron un pequeño toque de atención para que no lo repitiera por si su vida corría peligro, aunque la institución entendió que lo hacía por ayudar.
Hoy, con la reflexión que permite el paso del tiempo, sabe que todo lo que hizo fue para bien. «No me arrepiento porque he comprobado que di mucha esperanza». Es una conclusión a la que llegó gracias a un joven ateo que le reconoció que en un momento tan difícil cada uno debe aportar lo que tiene. Y eso es lo que él hizo. «Di ánimo a todo el que pude. Cada día me llamaban entre 20 y 30 personas desesperadas y les daba consuelo. En otras ocasiones he grabado entierros para que lo vieran los familiares que no podían asistir por las restricciones. Ha sido todo muy duro».
Eso sí, matiza que no volvería a bendecir con el santísimo en el tejado de la iglesia con ropa litúrgica porque «eso ya sería un teatro». Además, apunta que Arroyo ya no vive una situación tan complicada como al principio. Actualmente hay 16 casos positivos, de los cuales 11 se encuentran asintomáticos o con síntomas leves y cinco permanecen ingresados.
En el municipio cacereño a la mayoría no les sorprendió. Lo conocen y saben que no había peligro. Sin embargo, sí asombró a muchas personas de otras partes del mundo. Su vídeo llegó a periódicos digitales de América, televisiones nacionales y estuvo tres días sin parar de recibir llamadas. «Hay mensajes que todavía no he podido contestar». Entre la iglesia, la catequesis, la fotografía que es una de sus pasiones, el canal de 'Youtube' y los seis cargos que tiene en la diócesis de Coria-Cáceres y el Arciprestazgo no le queda casi tiempo.
También organizaba viajes. El último que hizo antes de la pandemia fue a Túnez. Ahora también oficiará la misa en Aliseda, que está cerrada perimetralmente por su complicada situación epidemiológica y su párroco está de baja. «No tengo miedo, solo respeto y precaución. Así que hay que ayudar como sea».
El 'pater Juanma', como le llaman en Arroyo, ha hecho de todo. Tiene 58 años y hasta los 16 vivió en la finca 'El Castillo', muy cerca de Cordobilla de Lácara, en Badajoz. Su infancia y la de su hermano estuvieron ligadas al campo. Empezó a trabajar guardando cerdos y luego ovejas. También se ocupó de la zona de regadío de esa dehesa que pertenecía a unos grandes latifundistas.
Cuando su padre enfermó de la columna se trasladaron a Malpartida de Cáceres y empezó a trabajar como albañil. «Por eso los tejados no me dan miedo», reconoce entre risas.
En la localidad malpartideña fue donde conoció al grupo católico 'La Milicia de Santa María'. «Ahí me empecé a vincular con la iglesia y a plantearme mi vocación», recuerda Juanma.
Tras cuatro años trabajando en la construcción, se fue a hacer el servicio militar a Cáceres. Luego pasó a formar parte del Cuerpo de Operaciones Especiales (COES), más conocido como los boinas verdes. «Siempre he sido un poco aventurero, así que me apunté junto a otros dos compañeros. Estuve en Colmenar Viejo y me tocó hacerle las guardias dentro del cuartel en el Paseo de Extremadura, en Madrid, al coronel Antonio Tejero en la época en la que le estaban juzgando».
De aquella parte de su vida recuerda alguna anécdota que otra. «A Tejero y sus compañeros le llevaban palmeras de chocolate para desayunar y varios compañeros y yo que teníamos guardia de cuatro a ocho de la mañana cogíamos alguna que otra cuando se iba el panadero. Lo empezaron a intuir y no volvimos a hacerlo».
Tras la mili estuvo formándose en el seminario de Toledo ocho años. Con 29 ya empezó a prestar servicios pastorales en Carrascalejo, Navatrasierra y Villar del Pedroso. También pasó por Corral de Almaguer (Toledo) antes de ser destinado a Arroyo de la Luz.
En ese pueblo lleva dos décadas y espera seguir. Lo reconocía ayer desde el tejado de la iglesia. Con una destreza envidiable demostró que lo que hizo el pasado 25 de marzo estaba lleno de buenas intenciones. Además, no paró de indicar que hay un pasillo seguro para acceder al tejado. «Lo único que quería era mandar un mensaje de ánimo y eso es lo que importa», se sinceraba antes de reconocer que durante la primera ola de coronavirus le hubiera gustado hacer una última acción por los enfermos.
Quería entrar en la residencia de ancianos de Arroyo de la Luz y el hospital Virgen de la Montaña de Cáceres para acompañar a los infectados y dar la extrema unción a los mayores que fallecieron. Sin embargo, en esos meses las medidas lo impedían. Así que siguió dando misa y grabándose, con el templo vacío. «Cuando lo recuerdo me emociono porque sé que tras ese silencio había mucha gente».
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